Tercera película de la trilogía que el director canadiense Denys Arcand comenzara allá por 1986 con El declive del imperio americano y, luego, en 2003, continuara con la memorable Las invasiones bárbaras. Además de entretener, el filme da un buen repaso a la sociedad en que vivimos, una sociedad que ha convertido al dinero en dios único y omnipresente, mientras nos olvidamos de los más necesitados convirtiéndolos en invisibles. Arcand nos los muestra en primer plano, tras un relato de intriga que tiene mucho que ver con ellos, con los sin techo, con los más necesitados, recordándonos con su mirada que cualquiera de nosotros podemos llegar a esa situación por avatares de la vida.

El director de Quebec, a sus 77 años, se introduce en el cine de género mediante un relato con intriga que nos presenta como protagonista a un joven doctor en filosofía que se gana la vida como repartidor para una empresa de mensajería. Justo cuando va a entregar un paquete, a las puertas de su destino, se da de bruces con un tiroteo entre atacantes que, antes de morir, dejan a sus pies un par de bolsas repletas de billetes. A partir de ese momento, el pánfilo que encarna Alexandre Landry se verá obligado a despertar su inteligencia para burlar policías y delincuentes desesperados por recuperar el botín.

El prólogo, que presenta al personaje frente a su novia rompiendo después de un largo monólogo, ya es toda una declaración de intenciones. Después del suceso que desencadenará la acción, entrarán en escena un par de colaboradores más a la hora de burlar a los perseguidores, así como el experto en finanzas recién salido de prisión que hace Rémy Girard. Recomendable.