Raúl Tejón acercó el pasado sábado al público del Teatro Góngora su versión de la obra de Chéjov Tres Hermanas. Es esta una obra que encaja perfectamente dentro de la línea del drama psicológico del autor ruso, que se apoya en el realismo y el simbolismo para presentar unos personajes que definen su visión del mundo, al manifestar que la desgracia de los seres humanos es consecuencia de su cobardía ante ellos mismos.

Chéjov saca a la luz las pasiones de hombres y mujeres que no son del todo ni buenos ni malos a través del desmenuzamiento del alma humana. En esta puesta en escena de Tres Hermanas, se cuenta la historia de tres mujeres que, junto a su hermano y después de la muerte de su madre, se trasladan de la gran ciudad a vivir al campo.

A partir de aquí, su existencia es una mezcla de languidez, desgana y aburrimiento, que marcan todo el fracaso de sus vidas, de sus ambiciones no realizadas y de sus deseos no concretados en un bucle sin fin muy bien planteado desde el principio de la obra con la frase: «Hoy hace un año que murió papá», la misma con la que cae el telón. Como si todo se repitiera de nuevo.

Tejón coloca a los actores en una caja negra como espacio escénico, sentados al fondo fuera de la iluminación cuando no les toca actuar. Con ello, el director consigue que el movimiento sea permanente y las acciones suficientemente visibles en el espacio, para interactuar sin transiciones desde los sentimientos que muestran todas las sensaciones del texto: el aburrimiento, el amor (puro o no), la soledad y la necesidad de abandonar las cuatro paredes que encierran a los protagonistas, para huir hacia la gran ciudad de donde provienen. Pero el destino es tozudo y borra de un plumazo el único estímulo vital de esta familia, los mandos de la guarnición de una brigada de artillería que está destinada en la ciudad de provincias.

Excelente interpretación de actores y actrices, a pesar de que en muchos momentos se perdiera la audición de parte del texto al ser intimista, pura poesía a veces.

De acuerdo con las palabras del director de la obra, el diseño de vestuario, la escenografía y la iluminación están concebidos para huir de una estética de espacio y tiempo reconocibles, por ello se hace un poco incomprensible el corte claramente escocés de los uniformes militares. Por lo demás, un buen Chéjov para empezar el año.