Lleno en el Gran Teatro de Córdoba para asistir a la puesta en escena de esta conferencia-espectáculo que ofreció este gran actor que es El Brujo bajo el título de Esquilo, nacimiento y muerte de la tragedia. Es cierto que habrá quien se canse pensando que, otra vez, El Brujo nos trae otro de sus larguísimos monólogos, pero no es así: Rafael no es un monologuista al uso, simplemente crea, tan solo con su voz y su cuerpo, un espectáculo en el que -apoyándose en el humor, eso sí- ofrece al público la posibilidad de reflexionar.

En el inicio se arropa con un corto parlamento recitado en griego y acento cordobés de Los Persas, obra de Esquilo, en el que muestra de entrada los registros de su voz bien modulada y potente. A partir de ahí, mezcla lo actual con lo antiguo y propone un recorrido a través de tragedias y dioses. Como no podía ser de otra forma, aparece Dionisos, el Baco romano, dios olímpico del éxtasis del vino y de la locura ritual, pero menos conocido como el dios del teatro.

En clave de humor, El Brujo explica a su manera la tragedia con un tratamiento magistral, para nada repetitivo, adoptando el papel de rapsoda transmutado en juglar histriónico. Aparecen por boca de Rafael personajes actuales, conocidos por todos, a los que somete a una crítica profunda. Casi como leit motiv y dentro de la tragedia griega, se refiere a todos y cada uno de los personajes de Edipo Rey a los que disecciona en clave de humor. En esta exposición intervienen hombres, dioses, reyes, reinas, pastores y paralelismos con otros personajes como el Titán Prometeo, que fue el protector de la civilización humana.

Con respecto a Edipo, El Brujo se permite hacer una especie de cabriola o juego geográfico ubicando las ciudades de Tebas y Corinto en dos lugares cercanos en el espacio como son Castilla la Mancha y Extremadura, hecho que, como era de esperar, levanta la risa del público.

Excelente la interpretación de Rafal Álvarez, que exhibe unas portentosas dotes tanto de voz como de cuerpo.

Le acompañó la música en directo de Javier Alejano y la excelente iluminación de Miguel Ángel Camacho, ya que la escenografía se redujo a un sillón y una mesa sobre la que reposaban dos libros: El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, de Nietzsche, y La muerte de la tragedia, de George Steiner, dos libros difíciles de digerir y a los que se refirió durante el espectáculo.

terminó con una pregunta: «¿Somos libres o estamos predestinados?» Y una afirmación: «La tragedia es el despertar de la humanidad».