La pandemia del covid-19 ha sido la prueba de fuego para determinar con hechos que las bibliotecas cordobesas están preparadas para demostrar su funcionamiento y que sus profesionales supieron darse cuenta desde el primer momento de que, si se pretende que la biblioteca sea el centro de la comunidad, hay que atender sus necesidades en toda situación, no solo en las buenas. «La declaración del estado de alarma fue un chispazo que nos puso a todos los bibliotecarios a trabajar y a maquinar cómo nos íbamos a adaptar a la situación», ya que como cualquier otra actividad considerada no esencial hubo que cerrar las instalaciones, recuerda Rafael Ruiz, director de la Biblioteca Central, que pertenece a la Red Municipal de Bibliotecas. Esto, según Ruiz, provocó una cohesión inmediata entre estos profesionales, que «nos pusimos las pilas con un objetivo común, que el servicio bibliotecario siguiese adelante, aunque nuestras sedes estuvieran cerradas».

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A partir de ahí, se comenzó a elaborar una estrategia con el objetivo de asegurar que todos los ciudadanos tuviesen acceso a la lectura, aunque ahora se necesitaba un intermediario para ello, un dispositivo para conectarse a la lectura digital porque «la lectura física ya la habíamos perdido», continúa Ruiz, que lamenta que este sistema «dejó fuera de juego a las personas que no disponían de esos medios digitales, pero era la única posibilidad que teníamos».

Así, se empezaron a reforzar todas las plataformas de lectura pública gratuita de las que ya participaba la Red, como E-Biblio Andalucía -una iniciativa del Ministerio de Cultura que se desarrolla en cada comunidad con la cofinanciación de los gobiernos autonómicos-. Por otro lado, la empresa que mantiene tecnológicamente esta plataforma ofreció la posibilidad -«que inmediatamente aprovechamos»- de tener un acceso digital dirigido a la población infantil y juvenil y, sobre todo, «enfocando esa lectura a los planes lectores del centro».

‘La Peste’, de Camús

Aunque disponían de estos recursos, las bibliotecas municipales cordobesas se emplearon en conseguir una oferta digital propia para seleccionar obras adaptadas a su público o atender las sugerencias de los lectores. Paralelamente, en estos primeros pasos a la adaptación de la nueva situación, otro equipo se dedicó a orientar y seleccionar lecturas y, de entre todos los recursos disponibles en la Red, se hicieron guías temáticas en relación a ciertos contenidos. «Al principio, nos centramos en todo lo que estaba pasando», continúa Ruiz, que explica que se trabajó en listados como Historias virales de las letras o Escapadas literarias, este último una ventana abierta a temas alejados de pandemias y plagas porque «llegó un momento en que notamos que el público estaba un poco cansado de novelas relacionadas con virus». A pesar de eso, cuenta Ruiz, lo más leído en cualquier tipo de soporte que ofrece la Red ha sido La peste, de Albert Camus, y esto coincide con la generalidad de la población, que ha revitalizado a escala europea este clásico.

La tercera vía de trabajo puesta en marcha se denominó Anatomía de un duelo, «cuando ya la muerte estaba golpeando», dice el bibliotecario. «Nos parecía que podía ser útil ofrecer historias literarias donde aparece el duelo y ver cómo los personajes afrontan esa situación», continúa Ruiz.

El siguiente reto fue adaptar el programa cultural de estos centros al ámbito digital, ante la imposibilidad de hacerlo de manera presencial. Actividades como La hora del cuento, que se realiza de forma regular como una manifestación de la narración oral, se empezaron a hacer desde casa. «Los colaboradores habituales dieron todo lo que pudieron y con los medios caseros de los que disponían se fue emitiendo regularmente a través de nuestra web», prosigue el director de la Central, que explica que los clubes de lectura también pasaron a ser virtuales. Otro tanto sucedió con los Talleres literarios, que comenzaron a llevarse a cabo mediante videoconferencias, igual que los Encuentros con autores, en los que han participado figuras como Edurne Portela. Y hasta Los paseos literarios se han hecho de forma virtual con la colaboración de la Televisión Municipal.

Sala de estudio de la Biblioteca Central, un servicio muy demandado por los jóvenes.

«Nos hemos adaptado al medio digital muy rápidamente, pero creo que las bibliotecas tienen una tradición milenaria por la que son conscientes de que lo importante no es el medio sino el usuario, al que hay que llevar la lectura y el conocimiento», prosigue Ruiz, que recuerda que «en la biblioteca de Alejandría se hacía con los rollos de papiros, con la llegada de la imprenta fue el libro, y luego aparecieron otros soportes, pero la biblioteca es un organismo vivo que trata de utilizar los medios disponibles para hacer llegar la cultura al ciudadano». Y los bibliotecarios cordobeses han demostrado tener ese chip en su cerebro para conseguir esa adaptación al nuevo soporte digital.

En modo híbrido

En este momento, estos centros trabajan en un modo «híbrido», manteniendo las actividades virtuales, aunque algunos clubes de lectura se están desarrollando de forma presencial en la medida de las posibilidades y, por supuesto, con todas las medidas de seguridad pertinentes. «Son actividades seguras que se realizan bajo cita previa, con un control de la identidad de los que asisten por si ocurriera algo e hiciera falta en caso de rastreo», prosigue Ruiz, que señala que se combinarán las dos modalidades en la medida en la que permitan las circunstancias.

«Creo que las bibliotecas han demostrado su capacidad para adaptarse a la situación, su utilidad y, en buena parte, su necesidad, ya que hemos notado que la cultura no es algo accesorio, sino algo vital para la convivencia y supervivencia como sociedad», asegura el bibliotecario, aunque también reflexiona sobre el hecho de que «durante bastante tiempo fueron esenciales los servicios de peluquería, contra los que no tengo nada, mientras no lo eran las bibliotecas, de hecho, siguen sin serlo a pesar de que en la Red se llevan a cabo todas las medidas de seguridad y, afortunadamente, no hemos tenido ningún caso de covid». Aún así, estos centros deben cerrar a las 18.00 horas y, aunque se siga funcionado en modo virtual, «no es lo mismo». «La biblioteca no es solamente un espacio donde se viene a estudiar o a recoger libros, también es un lugar de convivencia, donde se junta gente de cualquier condición y edad», algo que se ha perdido y se trata de compensar con la participación virtual, ya que la experiencia demuestra a este bibliotecario que las actividades más exitosas son aquellas en las que el público interactúa. Por último, Ruiz asegura satisfecho que «notamos que la gran comunidad de lectores que teníamos antes de la crisis, incluso, se ha reforzado, y que a la gente le gusta utilizar los recursos de las bibliotecas públicas».

OTROS SERVICIOS

Entre el estudio y la socialización

Las bibliotecas también están asociadas al estudio, y cada vez son más los adolescentes y jóvenes que demandan estos centros para ponerse delante de los libros de texto, «sobre todo, porque se concentran mucho más», señala Ruiz, que añade que también es una manera de socializar. «Llevo muchos años trabajando en bibliotecas y he visto cómo se formaban muchas parejas”, dice sonriendo el director de la Central. Pero, frente a la opinión del común de los mortales de que las bibliotecas públicas son para estudiar, en realidad, en la normativa legal por la que se rigen estos centros no aparece este servicio. «La sala de estudio no es una función propia de las bibliotecas publicas aunque la estemos ofreciendo», dice Ruiz. Sin embargo, su apertura ha sido la reclamación más fuerte, frente a otros servicios como el préstamo de libros. Y así se hizo en cuanto la normativa lo permitió. «Ahora, el que tiene la suerte de coger sitio está mucho mejor porque tienen más espacio», subraya el bibliotecario.

PROYECTOS EN MARCHA

La biblioteca va a la escuela

Las bibliotecas públicas cordobesas encaran el futuro regulando sus actividades entre lo presencial y lo digital, y la Red ha puesto en marcha el programa La biblioteca viene a la escuela, que pretende paliar la imposibilidad de realizar las actividades habituales con los escolares. Así, se ha elaborado un paquete en el que figuran propuestas como Conoce la biblioteca, en la que a través de un video se explica de manera divertida qué son estos centros. También se ha instaurado el préstamo colectivo, trasladando libros a los colegios según la lectura que proponga el profesorado, y se ofrecen lotes para hacer clubes de lectura en el centro escolar, dando la posibilidad de que los estudiantes participen en el club de lectura virtual de la Red, en el que los comentarios se hacen a través de un chat, así como encuentros digitales con autores, seleccionados según el nivel educativo. Por último, se propone a los colegios el programa de lectura Hukawati, donde tres narradores promueven que el grupo escolar cree su propia narración.