Lorca tomó el Teatro de La Axerquía con la magia de Miguel Poveda en la sensible exaltación de los inmortales versos del poeta granadino reivindicado pasionalmente por este cantaor-cantante catalán que viene acreditando desde hace décadas su amor por todo aquello que sea capaz de impactar en su portentosa sensibilidad. Y es que no hay nada que se le resista a la hora de abrazar la diversidad de músicas que lo han posicionado como un fenómeno de masas, como se vio el pasado día 7 en un Teatro de La Axerquía lleno y expectante ante las piruetas emocionales de este artista de todos. Este Enlorquecido, trabajado hasta en el más mínimo detalle por dar a conocer los versos del poeta granadino, inauguró un concierto de casi tres horas de duración, sin prisa alguna por concluir y en todo momento jaleado por un público que insistentemente demandaba bises, que fueron atendidos por la generosidad y entrega del artista.

Los doce poemas lorquianos elegidos por Poveda van desde los Sonetos del amor oscuro hasta Poeta en Nueva York, fugaz pero certero retrato de su estancia allí, y posteriormente en la Cuba del son. Y todo, con el trasfondo de las imágenes de algunos de los episodios de la vida del poeta partiendo desde la Huerta de San Vicente, tocando al piano las canciones populares de Anda Jaleo, Los Pelegrinitos y Los Cuatro Muleros, que Poveda encumbraría hasta el embeleso, para seguir después con la interpretación de Ojos Verdes, canción creada como consecuencia de una conversación de Lorca con Rafael de León en la Ciudad Condal en torno al predominio de ese color en el Romance sonámbulo.

Pero como viene demostrando, su nutriente está enraizada en el flamenco y la copla. Reveló su cante como siempre, con honestidad y conocimientos y ese poder de transmisión que levantó al público de sus asientos una y otra vez.

Pero había otra sorpresa para redondear la noche, y no fue otra que la presencia de nuestro Pele entre el público, que provocó un torrente de elogios por parte de Poveda al «maestro», al que invitó a compartir escenario. Y aquello fue el delirio cuando los dos alternaban abrazos y cantes en un ejercicio de entrega y flamencura como hacía tiempo no contemplábamos. Todo secundado por la brillante guitarra de Jesús Guerrero y el resto de la formación habitual de Poveda.

Una gran noche, sin duda, que entre otras virtudes, creemos, sirvió también para acercar al gran público algunos poemas no tan conocidos tal vez como los del Romancero gitano, pero que sirvió para sumergirnos en otro de los muchos universos del poeta granadino que Poveda ha expuesto con toda dignidad mediante este Enlorquecido y, de paso, demostrar de nuevo que mataron al poeta, pero no a su poesía.