Desde que tuvo el accidente de tráfico en el que murió el músico Tino Casal, Antonio Villa-Toro (Castro del Río, 1949) decidió retirarse a la sierra madrileña, donde continúa viviendo porque «ya odio las grandes ciudades», dice. Desde allí hace un repaso a su apasionante vida en esta entrevista, en la que también habla de su próxima exposición en el Colegio de Abogados de Córdoba, que consistirá en una retrospectiva de su obra. Casi dos años después de mostrar sus pinturas en torno a Medina Azahara en la Diputación, el prestigioso artista de gran proyección internacional, que reconoce sentir una pasión irrefrenable hacia Córdoba y Castro del Río, expondrá sus creaciones de los últimos 25 años a partir del 6 de febrero. «¡Ha venido de pronto un olor a rosas…!», exclama al empezar la conversación el pintor, que asegura que cuando se aparece la virgen dicen que huele así. «A ver si se me ha aparecido a mí, y como soy tan retrasado la he confundido con una vecina», continúa el artista, que no abandona en ningún momento su peculiar sentido del humor.

-Hace casi dos años pudimos ver su colección sobre Medina Azahara en la Diputación ¿Qué va a mostrar en su próxima exposición en Córdoba?

-Yo soy un pintor de los antiguos. Los modernos no pintan efemérides, solo plasman sus propias fobias, y yo de vez en cuando me introduzco en algún hecho relevante, como hice con Medina Azahara. Creí que era lo oportuno, además de que adoro Córdoba y la ciudad palatina. Y como ya he hecho esa colección monográfica, he pensado que llevar solo lo último que estoy haciendo podría resultar un poco denso, así que he decidido hacer un repaso de los últimos 25 años. Yo no soy el pintor esclavo. Mi lema es pintar lo que me dé la gana, cuando me guste y como me guste. Y doy bastantes bandazos de la figuración a la abstracción, al concepto, a las instalaciones, a la escultura. Y eso es lo que voy a exponer ahora.

-Cuando un artista se enfrenta a una exposición retrospectiva, ¿también supone un recorrido por su vida?

-Yo, en la vida, no soy nada. Si soy algo, y estoy aprendiendo ahora, es pintor. Mi vida ha tenido momentos alucinantes, pero realmente con lo que me quedo es con la pintura y con mi punto de partida, que es Castro del Río y Córdoba. Aun sueño con Córdoba y veo sus calles inconscientemente.

-¿Qué balance haría de las experiencias que ha vivido?

-Hago un balance alegre y triste a la vez, porque muchos grandes amigos como Tino Casal o Rafael Alberti ya no están, y ellos, igual que Antonio Gala, que fue mi padrino, me han enriquecido mucho porque eran más listos e importantes que yo, he tenido esa suerte. Tengo 70 años y no quiero hacer balance, quiero mirar al presente, pero casi con ganas de que pase. Me interesa más el futuro, a ver qué me depara, aunque tengo una salud muy quebradiza y tres infartos a mis espaldas. Antes, cuando era joven, en los ochenta, fumaba, me drogaba, todos hacíamos las mismas tonterías, pero ya hace muchos años que dejé de hacer locuras y me consagré al arte y la creación Aunque cuando termino un cuadro, siempre me fumo un cigarro y me sabe a gloria.

-Ha mencionado a Antonio Gala. ¿Qué relación mantiene con él?

-Antonio es una de las personas más importantes en mi vida. Estuvo muy cerca de mí en momentos difíciles, ha sido como un hermano mayor. Está un poco delicado y ahora cuando vaya a Córdoba quiero ir a verlo, aunque me da pánico porque él siempre ha sido el líder, salíamos por ahí y él era el jefe. Es un gran amigo y una persona maravillosa. Me va a doler, pero tengo que verlo.

-Es uno de los pocos artistas vivos de la controvertida Movida madrileña. ¿Qué le parece el debate que se ha generado en torno a aquel movimiento?

-La Movida madrileña fue una reunión de trepas que no sabían cómo salir adelante y se unieron. Fue un hueco cultural que los políticos quisieron rellenar con cuatro petardas, pero ahí no había talento, excepto el de Pedro Almodóvar en el cine y haciendo música Alaska, mi primo Nacho Canut, Tino Casal o Fabio McNamara, que es uno de los grandes amigos que me quedan vivos y es como mi hermano. Había mucha gente de relleno. Fue algo de cuatro niños de papá, entre los que se encuentra algún familiar mío, que tenían la posibilidad de viajar a Londres, se empapaban de la moda y de la música, la traían aquí y les copiaban igual que ellos la habían copiado de Londres. Yo estaba con ellos, salíamos juntos, pero yo no era de la Movida.

-Su obra cuelga en medio mundo. ¿Se siente valorado en Córdoba?

-He visto detalles de mucho cariño hacia mí en Córdoba, habiendo tantos artistas como hay. De todas formas, aunque no me quisieran, yo a Córdoba la seguiría queriendo porque dos de mis grandes pasiones son esa ciudad y Castro del Río.

-¿No ha pensado instalarse aquí?

-Sí, muchas veces, pero tengo que seguir pintando. Voy a morir con el pincel puesto, aunque ya no voy a ferias de arte porque esas moquetas que ponen me irritan los ojos. Pensé en retirarme, pero, desgraciadamente, sigo pintando y, supongo que por vanidad del artista, me interesa que mi última obra la valore gente a la que le guste el arte, porque un cuadro no es un cuadro hasta que los ojos humanos lo ven, es lo que le da alma, y aquí estoy a media hora del aeropuerto. Aunque maldiga el frío, ya le he tomado cariño a esta casa.

-Le fascinan las culturas antiguas. ¿Por qué? ¿Qué le atraen de ellas?

-Además de pintor, yo quise ser arqueólogo y durante los años que viví en Londres conocí a un grupo de arqueólogos con los que viajé a Kenia y Tanzania porque necesitaban un pintor para dibujar huesos. Yo tenía 22 años, era muy atrevido. Me fui para seis meses y me quedé dos años y medio y me vine muy impregnado del arte africano. He viajado mucho a Roma, a Egipto, siento una gran predilección por esas culturas.

-Empezó pintando figuración y ha acabado haciendo abstracto. ¿Piensa que es evolución o pueden coexistir ambas tendencias?

-Los pintores lo llaman evolución, pero yo creo que pueden coexistir. En Castro del Río hay un museo que me dedicaron, y allí hay un cuadro de los años setenta de Marlene Dietrich hiperrealista, pero de ahí pasé a la abstracción, y sentía pudor de volver a la figuración, hasta que me di cuenta de que gente como Picasso jugó con varias tendencias. Hay que pintar como te fluya, porque todo lo buscado es forzado.

-Durante algún tiempo se sintió atraído por otras disciplinas artísticas como la música y llegó a grabar varios discos con Fabio McNamara. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Quién era más gamberro de los dos?

-Éramos muy finos los dos. En aquella época, salíamos con Alaska, que la he criado yo, Nacho Canut y Pedro Almodóvar, pero, sobre todo, éramos un trío, Tino Casal, Fabio McNamara y yo. Nos llamaban la Santísima Trinidad. Imagínate cómo éramos en aquella época. Ibamos con mucha frecuencia a Londres, veníamos con los pelos rojos, nos llamaban maricones y hasta nos agredían. Yo empecé a estudiar piano y cuando les fallaba algún músico, tocaba con ellos. Tino y Fabio querían que hiciéramos un grupo, pero a mí no me parecía, hasta que me decidí a grabar un disco con Fabio. Nos llamamos Sarasas Music. También hice dos discos en solitario, Me alimento de bacterias y Villa Toro Vampiro. Después tuve otro grupo que se llamaba Tiramisú Letal. Lo hice porque me gustaba la música y por divertirme.

-Como ya ha comentado, tuvo mucha relación con Tino Casal. ¿Qué cree que estaría haciendo ahora si no hubiera fallecido en aquel fatídico accidente?

-Teníamos el proyecto de montar en mi casa un gran estudio de grabación y producir a gente con ideas modernas. Por cierto, que ahora Fabio quiere que grabemos un disco. ¿Pero cómo vamos a grabar ahora un disco si tenemos un pie en la tumba? Le he dicho que Sarasas Music ha muerto, que tendríamos que llamarnos Las Chicas del Asilo y hacer canciones desde el otro barrio.

--Desde fuera, ¿cómo ve el panorama artístico de Córdoba?

-En Córdoba ha habido siempre muy buenos pintores, pero los pintores españoles siempre hemos tenido que salir fuera. En Córdoba vivimos del pasado esplendoroso que hemos tenido, pero no hay que dormirse ahí. Hace falta un museo de arte contemporáneo como el comer. Deberíamos hacer fuerza entre todos, empezando por vosotros los de la prensa, porque a mí no me van a hacer caso.