Os preguntaréis por qué he convocado esta cena. Las que me conocéis sabéis que tengo muchas virtudes, pero no la sociabilidad. En general, me sobra la gente. Pero hay algo que no puedo decidir yo sola, por eso os he invitado a venir esta noche a mi casa. No sé si todas os conocéis personalmente.

Elsa, la alcaldesa. Como sabéis, ella tiene una misión. No tengo claro que tenga unos principios, ni cuáles son. Hoy es un buen día para comprobarlo. La fundación de mi laboratorio engrasa algunos de los proyectos del ayuntamiento, supongo que por eso podemos disfrutar de su radiante y esforzada sonrisa de mujer normal. No te preocupes, Elsa, sé que te está costando mantenerla. Aquí puedes relajarte, yo soy la prueba de que se puede llegar a premio Nobel sin ella.

Angélica, la gran mujer hecha a sí misma. Todo en ella es fruto de su voluntad. Desde ser una reputada psicóloga especializada en sexualidad hasta su cuerpo de mujer. Nos une la amistad y la inteligencia. La belleza y la elegancia se la quedó toda ella.

Concha y Sira, la cara y la cruz del sexo. El placer y el sufrimiento. La gran dama del Poble Sec empezó en los márgenes de la virtud, dicho de forma más prosaica, haciendo esquinas por el barrio. Pero Concha es mucha Concha para quedarse en las fronteras. Ahora es una de las más destacadas empresarias del sexo que ofrece servicios y productos a más de 20 países. Sira, por el contrario, hace inventario del dolor. Abogada especializada en la violencia sexual como arma de guerra.

Tratamiento de choque

Sois mujeres con visiones muy distintas del mundo, pero todas tenéis trayectorias profesionales excepcionales y yo os necesito para tomar una decisión. No voy a alargar más la intriga. Sabéis a lo que me dedico. La química es mi razón de ser. La mía y la de todos, aunque la mayoría se empecina en vivir, morir y matar por intangibles.

Señoras, estamos involucionando. La reinfección machista se extiende por el mundo y puede llegar a ser letal. Necesitamos un tratamiento de choque. Y eso es lo que yo voy a ofreceros. He desarrollado un virus que puede causar la impotencia a todos los hombres del planeta en menos de un mes. Sí, habéis entendido perfectamente. Diez años con los penes flácidos, inservibles, millones de colgajos inútiles que no tendrán nada que demostrar. Ni aquí ni en Dinamarca ni en la India ni en Estados Unidos ni en Arabia Saudí ni en la República Democrática del Congo. Veo, Sira, que enarcas las cejas. Eres la primera que ha conseguido superar ese estado de estupor profundo en el que las cuatro os habéis sumido. No, por favor, no me interrumpáis. Soy plenamente consciente de que acabo de lanzar la propuesta más extrema que habéis oído en vuestras vidas, pero dejadme desarrollar mis argumentos. Concha, junto a tu plato he colocado una bolsa de papel, no dudes en utilizarla. Estás hiperventilando.

Sé que hay un error en mi enunciado. Lo sé, Angélica. Es evidente, hay hombres con vagina y mujeres con pene. Mi virus no puede, no sabe hacer distinciones. Digamos que es algo más mecánico. Eso implica que generará dobles víctimas, pero como científica miro la estadística. Concha, temes que tu negocio se derrumbe como un castillo de naipes, pero hay sexo más allá del pene. Lo que no hay son nacimientos, pero la humanidad no desaparecerá en diez años, y a un planeta sobrepoblado no le irá mal un poco de descanso.

Sira es la única que ha borrado ya completamente la cara de terror. Sé que tú estás calculando, costes y beneficios, lo has hecho desde el mismo momento en el que he mencionado algunos de los países que encabezan los diferentes rankings de violaciones. De eso os estoy hablando. De un mundo sin agresiones sexuales. Sé que hay muchos modos de violar, pero los hombres dejarán de tener un arma de destrucción masiva entre sus piernas. Diez años de despedida de los roles tradicionales de acción y sumisión. Ellos ya no meterán. Ellas ya no recibirán. Tengo dudas del efecto psicológico, necesito que me ilumines, querida Angélica. Elsa, abandona la cruzada contra tu pelo, pareces una oveja a medio esquilar. Y piensa en esas esquinas faltas de iluminación, en las fiestas populares, en los índices de violaciones…

Diez años. Eso es lo que os propongo. Un virus sin más efectos secundarios. Se propagará con una celeridad inusitada, será imposible detectar su origen. Tengo el antídoto, 100% eficaz, y mi laboratorio lo distribuirá gratuitamente al mundo entero. Siempre que el 1 de septiembre del 2029, en esta misma sala y nosotras mismas, decidamos ponerlo al servicio de la humanidad.

Mañana, el segundo capítulo:

Mes tres.