Llegó al teatro a través de la lectura y permaneció ajeno a este mundo hasta superados los veinte. Su paso por la Fundación Gala animó a escribir a este joven dramaturgo cordobés, que en los últimos quince años ha creado más de 20 obras con las que ha cosechado importantes premios. Pese a toda esa producción y reconocimientos, los escenarios cordobeses no han acogido hasta ahora ninguna de las obras de Antonio Rojano, algo que, por fín, ocurrirá el próximo 8 de febrero en el Gran Teatro, donde se representará Hombres que escriben en habitaciones pequeñas, una pieza en la que analiza nuestra realidad valiéndose de una trama disparatada y protagonizada por Secun de la Rosa, Esperanza Elipe, Cristina Alarcón y Angy Fernández.

-Con 20 obras a sus espaldas, es la primera vez que un texto suyo se pone en escena en Córdoba. ¿Cómo se siente?

-Me siento muy orgulloso. Siempre ha sido un deseo y un sueño poder llevar una de mis obras a mi ciudad. Es una gran alegría porque me siento muy cordobés, aunque tuve que salir de la ciudad para desarrollar mi carrera. Echando la vista atrás, han pasado ya 15 años desde que gané el primer premio a mi escritura, el Calderón de la Barca en el 2005. Y después de una veintena de obras, por fin una de ellas se pondrá en escena en el Gran Teatro.

-¿Qué relación mantiene con su ciudad?

-Tengo mucha relación con Córdoba, voy mucho porque una parte de mi vida está totalmente atada a Córdoba, incluso al mundo cultural de la ciudad. Pasé por la Fundación Antonio Gala y conservo muchos amigos dentro del mundo de la cultura.

-¿Y cómo ve el panorama cultural cordobés?

-Bastante bien, sobre todo en el mundo de la poesía. Lo que ocurre es que mi ámbito es más difícil desarrollarlo desde ahí. Tenemos una Escuela de Arte Dramático y hay muy buenos profesionales del teatro, pero siempre hay que salir fuera.

-‘Hombres que escriben en habitaciones pequeñas’. ¿Qué nos cuenta bajo ese título?

-Es una comedia que habla de la realidad, de nuestro tiempo contemporáneo, y que también está muy ligada al terreno político. Ante la inestabilidad política de los últimos años, me tentó hacer una comedia que, de alguna manera, hablara de esa situación. La función cuenta la aventura de tres funcionarias del CNI que tienen un plan disparatado para cambiar el rumbo de un país que puede ser el nuestro. Secuestran a un escritor sin mucho éxito y tratan de elaborar con él un plan para conseguir sus fines. La obra juega mucho con las teorías de la conspiración desde la parodia. También se hace una reflexión sobre el mundo literario y cómo los escritores pueden fabular con cambiar el mundo dentro de la ficción y las tensiones que se generan con la realidad.

-Ha preferido hacer un análisis de la realidad a partir de un disparate, de una comedia. ¿Es más fácil soportarla si te la tomas a risa?

-Analizar la realidad a través de la comedia es más fácil, pero también mucho más serio porque los temas realmente tienen un calado, aunque en apariencia parezca que no. Yo encuentro una gran seriedad en la comedia y, a veces, es mucho más complejo que afrontarlo desde el drama. Para mí ha sido un reto abordar temas tan espinosos y duros como puede ser esta realidad política, sobre todo por la gente que sufre las consecuencias.

-Además de esta obra, también está girando otra de sus creaciones como adaptador, ‘Ricardo III’. ¿Tienen algo en común?

-Las dos aparecieron en el mismo momento y tienen que ver con esa realidad que estamos viviendo últimamente: los discursos populistas, el auge de unas políticas basadas en el tuit, en la red, en la sorpresa, en que algo se haga viral, más que en una reflexión real en cuanto a las consecuencias y al futuro. Son dos obras que dialogan con ese peso político del aquí y ahora, y hacia donde nos encaminamos a través de esos discursos de esas políticas extremas que están apareciendo y que calan en el público. En Ricardo III jugamos con la mitología de los reyes ingleses y con la obra de Shakespeare, pero también en cómo afecta a los hombres corrientes.

-Su adaptación de ‘Ricardo III’ es su primera incursión en los clásicos. ¿Cómo lo afrontó?

-Surgió a través de Teatro Kamikaze, una compañía que dirige Miguel del Arco, muy prestigioso a nivel nacional. Me pidió hacer esta adaptación juntos y decidí afrontar este clásico con mucho pudor y mucho respeto, porque sentía terror solo con cambiar una línea a Shakespeare. Aunque a veces hay que olvidarse de eso y el mayor respeto también es el deseo y el intento de mirar cara a cara. Yo le tenía miedo, pero mi intervención como adaptador era necesaria porque el texto era viable en un tiempo como el de hoy.

-¿Hasta qué punto el arte y la cultura pueden cambiar el mundo?

-El teatro no le va a cambiar la vida a nadie, pero si hay una persona que lo consigue puede contagiar a los demás, como un efecto dominó. Creo que el teatro y el arte puede ir cambiando la vida de los individuos y estos, a su vez, la sociedad.

-¿Hay un novelista detrás del dramaturgo? ¿Se ve ante ese reto?

-El año pasado comencé a escribir mi primera novela, pero es cierto que casi desde el comienzo, detrás del dramaturgo siempre ha habido un novelista o, por lo menos, un lector de novelas. La narrativa siempre ha tenido mucho peso en mi escritura dramática.

-Estudió Periodismo y Relaciones Laborales, ¿cómo llegó al teatro?

-Es un poco extraño, sí. Ese veneno del teatro comenzó a través de la lectura de textos teatrales más que de verlo en el escenario. Hubo un momento en que quise imitar esos textos que me atrapaban, que levantaban mi imaginación. Los primeros pasos los di gracias a los premios que empecé a recibir. Después pasé por la Fundación Gala, adquirí confianza y di el salto.

-¿Qué cree que aporta su teatro al género? ¿ a dónde quiere o le gustaría llegar con él?

-Creo que aporta lo que yo soy, mi punto de vista o en lo que me he convertido a través de lecturas y experiencias.

-¿Asitirá a la función en Córdoba?

-Es mi intención, tengo muchos deseos de compartir la obra con mi familia y amigos.