La iglesia de San Miguel casi se queda pequeña para despedir los restos mortales del poeta cordobés Pablo García Baena, fallecido el pasado el domingo a los 96 años. Familia, autoridades, numerosos representantes de las letras cordobesas y amigos del fundador del Grupo Cántico se dieron cita en una despedida oficiada por el sacerdote Antonio Gil y concelebrada por Francisco Orozco, Fernando Cruz Conde y Manuel Nieto Cumplido. Con unos versos de García Baena -«Polvo soy, que algún día volverá hasta tus plantas …»-- comenzó su homilía Antonio Gil, que destacó la «humildad, sencillez, ternura, bondad, fe y amor» del poeta, a quien agradeció «habernos dejado tantos versos, tantos poemas, una gran obra literaria y poética, y tantas distinciones como llegaron a tu vida», entre ellas el premio Príncipe de Asturias.

El sacerdote y periodista también resaltó del poeta el «amor entrañable a tu familia querida, el amor lírico a tu Córdoba del alma y el amor cofrade a tus imágenes preferidas, a las que más has rezado a lo largo de tu vida, la imagen del Cristo del Remedio de Ánimas, en la parroquia de San Lorenzo, y la imagen de la Virgen de los Dolores».

Por otro lado, Gil quiso recordar tres especiales momentos vividos con el poeta. El primero de ellos, «el de los cultos a los titulares de la hermandad de Ánimas», explicando que «Pablo se quedaba siempre extasiado ante el altar, admirando la belleza, su estética y sus mensajes». El segundo instante que rememoró el sacerdote fue el Vía Crucis del Cristo Ánimas por las estrechas calles de San Lorenzo, algo que, según señaló, vivieron juntos durante muchos años y que para el poeta era «una meditación profunda, intensa, continuada»; y el tercero fue el de su visita, el pasado domingo, al hospital de la Cruz Roja, «cuando ya le quedaba muy poco de vida».

Durante el funeral, que contó con la hermosa música de un cuarteto de cuerda, el sacerdote resaltó que García Baena «nos deja un sencillo testamento espiritual: el de haber cumplido la misión de poeta y, sobre todo, haber sido un hombre bueno, un hombre de bien». Después, Gil habló del «afecto y amor» que el escritor sentía por sus familiares, que han sido para él sus «ángeles de la guarda», destacando que el «vacío que nos deja la ausencia de nuestros seres queridos solo puede paliarse con el amor a los demás». Por último, el sacerdote transmitió un mensaje de «esperanza».

Igual que durante la jornada del lunes en la capilla ardiente del artista, ayer se despidieron por última vez del autor numerosos escritores cordobeses y representantes de instituciones culturales, amigos del poeta como Paco Campos, y un plantel de autoridades encabezado por la consejera de Justicia, Rosa Aguilar, y la alcaldesa de Córdoba, Isabel Ambrosio. Tras el funeral, el cortejo fúnebre se dirigió, por expreso deseo del poeta, a la iglesia de los Dolores, a cuya imagen el poeta profesaba especial devoción, siendo hermano de la cofradía. En esta despedida de la Virgen de los Dolores, los restos del poeta fueron portados por los hermanos de la hermandad de los Dolores, quienes lo llevaron hasta el presbiterio del templo. Allí, el hermano mayor de la cofradía dedicó una palabras de despedida al poeta. A continuación, Francisco Orozco comenzó el responso. El canto de la Salve puso fin a este emotivo acto, donde acudieron especialmente los más íntimos del poeta.