Ya que no se ha traducido el título, habrá que indicar lo que viene a significar: «Hacia las estrellas». Así ha bautizado el director norteamericano James Gray (conocido por excelentes trabajos como La noche es nuestra, Two lovers o El sueño de Ellis) su última película que pocos habrán dejado de ver publicitada en su promoción.

La cinta pertenece al género de la ciencia-ficción, ya en ese cartel que antes hemos podido ver se aprecia la cabeza de Brad Pitt encerrada en el casco de astronauta. Por tanto, no es difícil imaginar las influencias de grandes títulos como 2001: Una odisea en el espacio de Stanley Kubrick o Solaris de Andrey Tarkovski, sumándose así Gray a esa moda por la cual, últimamente, directores como Alfonso Cuaron con Gravity o Christopher Nolan con Interstellar se introducen en el género fantástico.

No obstante, en la película se puede apreciar la referencia literaria de Conrad con El corazón de las tinieblas y cierto aroma al estilo cinematográfico de Terrence Mallick. El argumento es bien sencillo: un viaje a través del espacio, con escala en la cara más peligrosa de la Luna, de alguien que perdió hace muchos años al padre (encarnado en Tommy Lee Jones) en otra misión que buscaba vida en otros planetas.

La película está sobresalientemente filmada (cada plano se ha estudiado milimétricamente y los movimientos de cámara provocan el efecto deseado en cada momento) e interpretada (Pitt ha realizado uno de los mejores trabajos interpretativos de los últimos años de su carrera), la banda sonora de Max Richter es simplemente perfecta y, al final, sin darnos cuenta, hemos realizado este viaje junto al protagonista, embarcados en la nave y viviendo cada una de las aventuras y desventuras que se cruzan en el camino, con no pocos obstáculos, hasta llegar a la meta deseada: volver a ver al padre en la eternidad, si es que sigue vivo como se sospecha. Por tanto, de lo más recomendable.