Cuando comencé a leer este libro de Elsa López reconocí su voz, la voz de quien posee el don de la poesía. Sus versos suenan claros, como cuando es ella quien lee. Y es que la autora lleva consigo el juicio, la música y el temblor de la poesía. Había una voz de hombre esta vez. Pero no todos los poemas eran de esa voz. Estaba también la de una mujer. Aunque reflexioné sobre mi lectura una y otra vez, no he llegado a saber si ambas voces se alternan en los poemas o si interactúan, pero sin establecer siempre la alternancia. Poemas de amor en todas sus variantes. Con versos de gran intensidad: «Me he lanzado al vacío de tu cuerpo/sin pronunciar tu nombre, sin un solo gemido» (pág. 29). Y, a veces, también entre el humor o la ironía: «Te enviaré a mis sicarios un buen día de estos/y en un rincón cualquiera te aplastarán el cráneo/con la obra completa de Constantino Kavafis,/versión bilingüe en griego y castellano» (pág. 44). Cuando el amor lleva años de andadura y relación, los amantes se superponen, se asemejan, se saben. Las palabras de él son también las de ella y al contrario. No es la primera vez que la escritora nacida en Fernando Poo habla de amor, pues ya en 1987 ganó el Premio Ciudad de Melilla con el poemario Del amor imperfecto. Se respira aquí una atmósfera de leyenda, algo entre la realidad y el misterio. Y es que los versos de Elsa muestran un ingrediente nuevo: son inquietantes. Tantas veces una y otra voz se asoman al precipicio: del mar, del fin, de la muerte. Y nos deja un regusto de «almendras amargas» en la boca, como ese hilo que algunos monjes dejaban fuera del tejido, una marra hecha adrede, también porque los protagonistas ocultan alguna carta. «Tus hijos y mis hijos sabrán que me has amado./Ese será el castigo. La ligera sospecha/de haber sido engañados por no reconocerlos,/por no reconocernos entre nosotros mismos» (pág. 34). O «Tienes miedo a que descuelgue sábanas/y huya por las aceras/con el primer navegante que atraviese tu calle./Que me aleje de ti/y me pierda en las viejas paredes donde borré tu nombre» (pág. 27).

Un amor que se sabe ya eterno, a prueba de todo, pero que en alguna región, de la tierra o del cerebro, muestra su extrañeza. Van pasando el mar, el vuelo, la casa familiar y su historia, la infancia y los recuerdos, los viajes, la música, la isla, la separación y la oscuridad. Entre lo cotidiano y los objetos, lo inasible, «una niña sentada en tus pupilas». «Me he sentado a la puerta para verla pasar/(...) y avanzar como una loca/por las ventanas y las habitaciones de la casa./(...) Es ella. Me dicen las vecinas» (pág. 57). Las alas y los pájaros, imagen del vuelo y el viaje, aparecen en la imaginación y el sueño, con esa tristeza que no tiene cura porque está en la misma naturaleza del amor. Y a esa extrañeza contribuye el orden de los poemas, sin título, que entrelazan pasado y presente, presente y futuro, la vida corporal y quizá otra vida, la que está más allá o en la frontera. «No tiembles, amor mío (...) Y al llegar a la curva que marca el horizonte/te subes a su lomo y despliegas las velas/que bordé en tu camisa» (pag. 53). Ambas voces son amantes y viajeras, además de contemplativas, jardineras, cuidadoras, decoradoras... Los diversos roles que entraña el amor, manifiestos y equidistantes. Aunque lo más llamativo puede ser haber escrito desde la voz del compañero amante. Escribe Elsa en la contraportada: «Algo así como la amada en el amado transformada. (…) He querido averiguar, saber qué sería yo si fuese él. Cómo me amaría si yo fuera él...». El dolor de la vida y el otro dolor, el que acompaña las tribulaciones de amar y ser amado. Estar juntos y sentirse sola. Asomarse al instante que separa una vida de otra vida, como en el poema de la página 38: «Reventaron cubiertos y cristales/ y se partió mi corazón ya para siempre». Con este poemario de madurez, se erige y recrea como la poeta que es, aportando una dicción cercana y emotiva a su visión del dolor y lo amoroso masculino, pleno de una sensualidad tan placentera como clásica. «Y cuando vuelves yo te estoy esperando/como si llegaras, deslumbrante y hermosa,/ igual que el primer día» (pág. 25).

‘Últimos poemas de amor’. Autora: Elsa López. Editorial: Hiperión. Madrid, 2018.