‘Seres extraños, extraños seres’. Autor: Fernando Molero Campos. Editorial: Adeshoras. Madrid, 2019.

Fernando Molero Campos ha escalado palmo a palmo, premio a premio, su indiscutible presencia en la novelística cordobesa y ahora ya, debe decirse, en la andaluza por haber sido nombrado finalista de los Premios Andalucía de la Crítica en su modalidad de relato breve, adonde se ha empoderado con su libro Seres extraños, extraños seres, tan bien editado por esa tan interesante editorial que es Adeshoras, dirigida por la atrevida Susana Noeda. En ese apartado competirá con autores como Fernando Martínez López, Andrés Neuman o Elvira Navarro. En el caso de Molero Campos, una vez más (ya ocurrió por ejemplo en su novela La cabeza cortada de Yukio Mishima) su fortaleza argumental parte de una ardua y paciente labor de documentación, base del relato vital de unos personajes reales, humanos y de sufrida experiencia personal que los clasifica bajo ese rótulo de «extraños seres», que luego en el título aparecerá invertido y reduplicado porque aproximadamente la mitad de los cuentos (nueve en total) presentan a protagonistas con raras peculiaridades o anomalías físicas y el resto ofrecen particularidades no físicas, sino de comportamiento o actitud vital.

Se ve que el autor defiende su escritura a partir de la concepción de que la realidad contundente no existe, sino que es la ficción o la percepción lo que da carácter a la historia.

Por eso habrá cuentos con mucha realidad vertida en sus páginas (aquí el que hace referencia a Lady Olga Roderick o a los siameses Chang y Eng) y otros con una proyección vital totalmente imaginada (como «El príncipe de los charlatanes» o «Alma en silencio», con el fondo de las conductas del pintor Oscar Kokoschka y de un discípulo de Freud). Al mezclarse realidad y ficción surge un complejo literario difícil de conseguir, aunque el autor lo perfila a través de una escritura que muestra su entidad social o histórica, sin olvidar ciertos invariables tics suyos como son las obligadas referencias al cine («El terrorista más buscado del mundo») , el atractivo de lo doble o duplicado -pues para Molero Campos «nadie es de una pieza»- o incluso la clara preferencia por personajes perdedores que en su vivencia interna nada tienen de exitosos, lo que puede observarse, por ejemplo, en «Kafka y la muchacha de la tienda».

Quedémonos con que Seres extraños, extraños seres es una obra de argumentos razonados y profundos, descubridores de realidades inesperadas y casi incomprensibles, en donde la amargura, la desazón o la locura, juntamente con la exhibición o el ocultamiento, son puntales literarios que sostienen una prosa sencilla, eficiente y bien documentada -el marco es a menudo el de los años 30 y 40 del pasado siglo- como siempre es la que hallamos al leer a Molero Campos.