El sello cordobés Detorres Editores representa hoy -dentro y mucho más lejos de la senequista Córdoba- una prestigiosa editorial que se ha forjado a partir de sus colecciones de poesía, de sus series Año XIII, Año XV y Año XVII -pletórico aún de recientes frutos líricos- y muy particularmente a través de su admirable revista Suspiro de Artemisa. Habiéndole dedicado esta, en años anteriores, homenaje a Antonio Gala o a Juan Ramón Jiménez, las circunstancias últimas han forzado a que su número 14, especial de primavera 2018, abra sus páginas para conmemorar el nombre perdurable de Pablo García Baena.

Calixto Torres, acogedor mecenas y poeta él mismo, muestra de afán constante, de ofrecimiento amical continuo, de lucha en pos de la mejor creación, en este número de memorable unicidad ha logrado reunir a un grupo amplio de poetas (tantos como cuarenta y cuatro) que actúan a coro y cantan a pulmón para celebrar la magnífica obra de ese hombre tan inmenso que es Pablo. De ser antiguo muchacho, pasó a significar una rumorosa voz en la que siempre resonaba Cántico y sus componentes insustituibles, hasta acabar representando por aclamación a la poesía cordobesa más auténtica, hecho que justifica que Manuel Gahete pueda cerrar la revista con un resonante epílogo que lo instituye en «Memoria del tiempo vivido».

Sin duda no faltan en las palabras de quienes escriben justos calificativos ni se aglomeran versos tan sentidos como los que ahora lo aclaman o los que se hacen necesario sentimiento compartido u obligado recuerdo. Así, si al título de Jorge de Arco le parece oportuno declarar que «Tuya es la luz», el de Rafaela Hames lo ve como «Quietud» y el de José Luis Rey como «Fámulo de una fe». Otros buscan llamarlo «Pablo, querido Pablo» o «Estela» o «Rumor oculto que fluye».

Pero en todos la poesía se hace canto, alabanza, recuerdo, y homenaje indefectible.