Va a resultar cierto eso que dijo el otro día Carla Bruni: «Solo hay dos cosas realmente importantes: el amor y la muerte». Y puestos a elegir nos quedamos con el placer que nos otorga un libro entre las manos, pero un libro de los de verdad, esos con papel, olor, tacto y cubiertas.

Vivimos tiempos extraños, tiempos donde un solo tema ocupa toda la atención mediática, y se trata de un asunto negativo. Las personas han venido a ocupar un segundo plano, tan solo se les tiene en cuenta como cifras, números de un inmenso genocidio. Y si a las personas se las trata así ni hablemos de la cultura, hoy en día la gran desconocida, maldita en todas las maldiciones posibles. Se han suprimido ferias, actos, encuentros, multitud de actividades que alimentaban a las personas de belleza, de bondad, de virtud. Un alimento tan importante como poder respirar libremente o dar y recibir abrazos necesarios.

Lo que se le está haciendo a la cultura acabaremos pagándolo muy caro. Por más que se empeñen algunos organismos en publicitar encuentros y actos virtuales forzados, por más que otros nos hagan ver que están ahí, cuando la realidad nos indica que ahora no están porque nunca han estado. La ausencia de cultura nos dejará un hueco insalvable en nuestras vidas.

Es necesario reactivar la industria cultural, pero no de boquilla, de hecho. Demostrar y manifestar su importancia en nuestras vidas, potenciarla, y hacerlo con medios y con recursos. Interesa poco a los responsables que amemos la cultura, que nos alimentemos de ella.

Los organismos culturales han demostrado, una vez más, que mientras sus funcionarios y empleados tengan su sueldo mensual, lo demás importa poco. Si ya lo decía Carla Bruni: «el amor y la muerte». Con tanto amor aparente, están matando a la cultura.