A través de un prólogo azul de Ángeles Mora llego a la poesía de Teresa Gómez con la leve inocencia del desamparado que en la luz de los otros busca su raíz. La voz de Teresa es firme y temblorosa como el cuerpo de un barco herido en alta mar. En su espléndido libro La espalda de la violinista hallo un feliz transitar de soledades que se llenan de viento y alas de antracita. Me dejo llevar por la cálida textura de sus versos impregnados de una pátina gozosa que transforma en ternura el fluido del dolor.

En La espalda de la violinista hay sustanciosas palabras de nieve abiertas por el fuego. Y el amor resplandece, como en el poema «Fuga»: «Tu esperanza/a mis labios…/trepó como una ardilla». Como dice Ángeles, «Teresa es una maga que abre senderos» y en su poesía se anudan los silencios y los sueños hilando pentagramas que invocan la huella del amor sencillo, el nítido musgo de la felicidad.