Cuando uno lee las memorias de Woody Allen con el sugerente título de A propósito de nada, me da por pensar en el final del poema de Pepe Hierro «Tanto todo para nada», porque el linchamiento público al que se ha sometido al genial cómico americano, que no es solo uno de los más ingeniosos del cine moderno como director, sino un actor atribulado que representa a un ser intelectual que ve la realidad desde otra mirada, es intolerable.

En estas memorias, Woody vuelve a dar muestra de su talento, con un estilo llano y fácil de leer, que nos envuelve en su niñez, con una madre autoritaria y un padre despreocupado, con aquella juventud donde ya escribía y donde empezó a despuntar en clubs nocturnos para disfrute de los espectadores.

La mirada de Woody a la vida es la de un hombre que solo disfruta escribiendo, rodando películas, que detesta ensayar y ese afán de meticulosidad de algunos directores que repiten escenas interminablemente. Hay en Woody un director que sabe ver lo bueno (admirable el repaso de actores y actrices que admira el director y los adjetivos todos loables que les dedica) en los actores. Como hombre descreído de la enorme vanidad de otros, no le interesa asistir a la ceremonia de los Oscars, aunque pueda ganar una película suya, prefiere tocar el clarinete con sus amigos. Tampoco le gusta ver sus propias películas, porque ya son pasado.

Es Woody un hombre descreído de Dios, que se pregunta el sentido de la existencia y que disfruta con Soon-Yi, esa mujer frágil maltratada por la psicópata que es Mia Farrow en toda la biografía. Woody también hace cine y escribe guiones y sostiene que sin un buen guion no hay una buena película. El tejido de su cine está hecho de esos maravilloso diálogos que lucen por sí solos. La creación es lo importante, porque Woody sabe que el creador se convierte en inmortal cuando escribe o filma y que la vida real solo es un simulacro de esa maravillosa ficción donde los personajes pueden vivir plenamente. ¿Acaso hacemos eso en la monótona realidad?

También el libro es un repaso a muchas películas, todas tocadas por el estado de gracia de un genio que, a veces, no ha sido tan brillante, pero que siempre ha tenido toques de ingenio y de genialidad, películas dramáticas como Interiores o Mujeres y hombres, comedias como Toma el dinero y corre, Sueños de seductor, La última noche de Boris Grushenko, la maravillosa Annie Hall y muchas otras, como una de sus preferidas Misterioso asesinato en Manhattan.

Su predilección por Días de radio o por la mujer que mira la pantalla embobada porque quiere adentrarse en el mundo del cine (nada menos que Mia Farrow, su pesadilla viviente) nos hace ver que Woody siempre ha sido el soñador que cree en el cine como una forma de redención ante la vida, donde todo es posible y uno puede vivir eternamente.

El libro es también un canto admirativo a Tennessee Williams y sus maravillosas obras, como Un tranvía llamado deseo, donde, sobre todo en la película, se culmina la obra de arte; considera Woody a Vivien Leigh como una mujer más real en la ficción que muchas que ha conocido en la vida y a Brando como un poema viviente. También nos gusta saber su admiración por Arthur Miller, con el que pudo cenar en alguna ocasión.

ANÉCDOTAS Y ESCÁNDALO

El libro va tejiendo películas y anécdotas, como en la que nos hace ver que Cary Grant admiraba a Allen y fue a un club a escuchar al maestro de la comedia. También nos interesa todo lo que nos cuenta sobre sus queridas Diane Keaton, Diane West., Louis Lasser, con las que guarda una gran amistad y cómo ensalza a Emma Stone, ya que la considera una de las pocas con la que se ha pasado largas horas charlando durante el transcurso del rodaje de una película. También su admiración por Javier Bardem o Penélope Cruz.

Pero llega entonces lo escabroso, qué pasó realmente con Dylan, ¿hubo abuso sexual por parte de Woody? La defensa a ultranza de su inocencia y la calificación de Mia Farrow como una desequilibrada que ya había abusado psicológicamente de otros hijos adoptivos pesa en el libro; es una losa que cuando la lees te das cuenta de la herida que ha producido en el genio. Ni los premios, ni las críticas, ni los aduladores han podido conmoverlo, pero este tema sí.

El desprecio que han ido tejiendo los que levantan las voces, muchas veces sin pruebas, contra actores o cantantes por abusos, le afecta, palpita en las páginas del libro, el desprecio de Dylan hacia él, de su hermano Ronan, la huida de Moses de ese circo y el apoyo a su padre, son temas que va hilando el libro y piensas: ¿por qué todo esto? ¿por qué un genio de la comedia, un hombre que ha hecho soñar con su cine a tantas generaciones, puede ser un monstruo?

Queda la sombra de la duda. Para Woody es como una caza de brujas, pero no tan grave, porque él sigue con su estabilidad emocional y con sus hábitos de ver partidos en televisión y haciendo cine.

Tengo la sensación agridulce al terminar las memorias. Todo lo que cuenta con ingenio me divierte, pero todo lo que pasó me entristece: si fue mentira, por la herida perenne que ha dejado en él; si fue verdad, por la mancha en un hombre de su talla.

Me quedo con su cine, con sus palabras cerca del final del libro: «No tengo nada que ofrecer a los estudiantes de cine».

Precisamente, él mismo se acusa de ser indisciplinado y perezoso, pero si sabes leer el fondo de sus palabras, ya sabes la clave de su verdad: Woody está por encima de ortodoxias, de pedanterías, sabe que la vida es poca cosa, pese a haberla vivido intensamente, y solo en la creación uno es alguien de verdad. Destinado, como todos, a la muerte, Woody necesita sentirse vivo en lo que hace, sin mirar atrás, salvo en estas páginas en forma de libro, porque su vida es escribir, filmar, etc. «Tanto todo para nada», comenzaba este texto, porque muchos lo derriban todo sin saber lo que ha costado crearlo.

Al final, uno sabe que lo que quedará será su cine y lo demás lo moverán otros escándalos, otras verdades u otras mentiras. Gracias, Woody, por ti cine, que es lo que importa en realidad.

‘A propósito de nada’. Autor: Woody Allen. Editorial: Alianza Editorial. Madrid, 2020.