T imothy Snyder es titular de la cátedra Levin de Historia en la Universidad de Yale y fellow permanente del Instituto de Ciencias Humanas de Viena. Entre sus obras destacan Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin (2011), el celebrado Sobre la tiranía (2017) y El camino hacia la no libertad (2018). Además de sus célebres diálogos con Tony Judit. Ahora en este fatídico 2020 nos sorprende con Nuestra enfermedad , que tiene como subtítulo Lecciones de libertad en un diario de hospital . El prólogo lo denomina «Soledad y solidaridad», que es toda una proclamación de principios. Lo primero que nos hace ver es que los virus realmente no son humanos, que la manera que tenemos de reaccionar ante una pandemia es la forma de medir nuestra humanidad.

Un 29 de diciembre de 2019, que podría haber sido el último de su vida, este eminente catedrático de historia norteamericano estuvo de punto de morir debido a una serie de negligencias médicas. Mientras se aferraba a la vida pudo reflexionar sobre la fragilidad de la salud. Durante el tiempo que estuvo hospitalizado tuvo todo el tiempo del mundo para pensar sobre las enfermedades humanas y sobre el sistema sanitario en Europa y en Estados Unidos.

Todo empezó después de dar una conferencia en Múnich, cuando se sintió mal y tuvieron que llevarlo a un hospital. Cuando lo admitieron en urgencias, a medianoche, utilizó la palabra malestar para describir al médico cómo se encontraba. Malaise (malestar) y Malady (enfermedad), procedentes del latín y del francés, significan en inglés al mismo tiempo enfermedad y tiranía.

En esa conferencia había disertado precisamente sobre la libertad en Estados Unidos. Defendiendo la tesis del republicanismo cívico de que la libertad como no dominación es lo primero y concluyendo que nadie es libre sin ayuda. Volvió a América y de nuevo tuvo que ser hospitalizado. Estaba obligado a confiar en la sanidad, pero lo que se encontró fue un sistema de salud perverso, totalmente mercantilizado que atenta contra la inmensa mayoría de los ciudadanos. En sus largos y tediosos días llegaría a la terrible conclusión de que muchos de sus conciudadanos morían sin motivo, cuando no deberían por razones meramente económicas.

En Norteamérica es fácil morir. Un dato: la tasa de mortalidad de los recién nacidos de madres afroamericanas supera las cifras de Líbano, Chile o Singapur. Esta política sanitaria, se queja, no genera más que sufrimiento y muertes totalmente innecesarios. En EEUU no se reconoce la salud como un derecho humano, a pesar de los esfuerzos de la Administración Obama/Hillary por lograrlo, sin conseguirlo. Sin este derecho básico, no hay libertad posible, deja de tener sentido una vida digna de ser vivida.

Para Snyder, la medicina no debe ser nunca un negocio, algo que existe sólo para ser rentable. Aun considerándose él mismo una persona acomodada y privilegiada porque podía costearse sus propios seguros médicos. Tenía una simple apendicitis, que le llevó a infectar el hígado que le acercaba a la muerte como destino. No quería morir y que sus hijos se quedaran huérfanos. Debido a una serie continuada de desatenciones médicas en el ámbito de la salud privada tuvo que vivir la experiencia personal e innecesaria del dolor.

Durante la pandemia pasó por varias intervenciones en distintos hospitales infradotados de personal que colapsaron. El gobierno federal de Trump, desde una ignorancia deliberada, una desinformación planificada y una especulación económica, acabó por empeorar la situación. Estados Unidos es el peor país del mundo, junto al Brasil de Bolsonaro, en combatir el virus.

Para Snyder, la asistencia sanitaria es el primer pilar del Estado del Bienestar. Un derecho humano de todos. Los médicos son una autoridad a los que debemos valorar si queremos vivir en una sociedad libre. Necesitamos estar sanos porque nos necesitamos unos a otros, porque no somos nada sin los demás.

En esta obra, Snyder realiza la conexión entre libertad y salud, que es fácil de comprender cuando el enfermo no puede mover su cuerpo a voluntad si lo tiene conectado a bolsas y sondas. Lo que le mantuvo con ánimo era una rabia que no iba dirigida contra nadie, pero que existía. Estaba furioso, luego existía. Lo visitaron familiares y amigos. La empatía lo situó entre otros. Para sanar necesitaba ser libre. Estados Unidos sale mal parado.

En el país de la libertad, la enfermedad y el miedo les hacen ser menos libres. La libertad es imposible cuando estamos enfermos para ejercer la felicidad y demasiado débiles para perseguirla. Si un gobierno como el trumpista priva de la salud a los ciudadanos, también les está privando de sus libertades.