Hará unos quince años la Universidad de Cambridge, que preparaba una nueva edición (se publicó en 2004) de su Historia de la Literatura Española, me encargó poner al día el capítulo dedicado a la generación del 50. Añadí a María Victoria Atencia, a la que corresponde, por calidad y cronología, estar en ese grupo de poetas con los que, de todos modos, tiene poca afinidad, salvando el intimismo de Francisco Brines y la economía verbal del último Valente. Últimamente se han publicado varias antologías de su obra poética; esta de hoy va precedida por un extenso estudio de la profesora María José Jiménez Tomé, que ha tenido el acierto de rematarla con una selección del libro de ensayo y poética que María Victoria ha titulado El oro de los tigres.

Yo conocí a María Victoria hace muchos años en Málaga, en casa de Jorge Guillén, que le tenía mucho cariño, lo mismo que Pablo García Baena. Guillén fue el patrocinador de sus primeras publicaciones; la acompañó su marido Rafael León, buen poeta y exquisito artesano de las muchas variedades de papel que fabricaba morosamente a mano y en el que imprimía uno a uno los poemas de María Victoria.

Aunque empezó a publicar en 1961, su libro verdaderamente inaugural fue Marta & María (1976). La unión de los dos nombres con el signo «&», usado en el mundo empresarial como equivalente de la conjunción copulativa, añade un matiz de colaboración a la presencia conjunta de las dos hermanas de Lázaro, la primera hacendosa y hogareña, la segunda dada a la contemplación, de las que habla el evangelio de San Lucas.

En efecto, tales eran las dos facetas de la vida de María Victoria, y de cómo las vivió, no opuestas ni sólo superpuestas sino entrelazadas, tratan sus primeros libros. Su poesía revela lo distintivo de la experiencia y la mirada femenina propias de su época y su adscripción social. Se trata del territorio de Marta, pero al reflejar el ámbito doméstico y otros espacios físicos la poesía de María Victoria se aproxima, en su hermetismo misterioso, al Realismo Mágico, y en ocasiones da paso a visiones de gran poder imaginativo.

Cuando ha definido la tradición a la que se siente pertenecer, ha citado a Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Luis Cernuda y los herméticos italianos. De éstos, los más afines a ella en el cultivo de la brevedad, el misterio y la oscuridad bajo una tensión emocional contenida, me parecen Quasímodo y Ungaretti.

A su lado pone ella a Hopkins y Rilke, y su poeta preferido es San Juan de la Cruz. De esa tradición ha adoptado la reducción al mínimo de lo descriptivo y lo narrativo y el realce de la concisión, la síntesis y la sugerencia. Todo ello conviene a lo que en los años veinte del pasado siglo se llamaba poesía pura.

La característica básica de María Victoria, la brevedad, es consustancial al poema puro, que nos deja una sensación visual de estampa y destello, lo que ella llama el efecto de un flash. El Purismo está presente en la obra primera de los poetas del 27, singularmente en Jorge Guillén y Luis Cernuda, sus maestros confesados.

VIDA INTERIOR, VIDA ÍNTIMA

María José Jiménez Tomé afirma sagazmente que vida interior no es lo mismo que vida íntima, y esa distinción cuadra perfectamente a María Victoria. No hay en ella impostación ni exhibición existencial, aunque en su exploración de la condición femenina el amor es, naturalmente, el asunto principal. En este ámbito, su oscuridad da la razón a María Zambrano cuando escribe que «un secreto es siempre un secreto de amor».

En alguna entrevista le han preguntado si cree en la definición de la literatura desde una perspectiva de género, y ha respondido que no asiente a la moda que actualmente privilegia lo escrito por mujeres, porque es un insulto a la inteligencia y la sensibilidad de una mujer el ser valorada no por esas cualidades, sino por serlo.

En El oro de los tigres ha dicho que «la escritura poética no tiene género», y que «pensar que ser mujer escritora suponga hoy la inclusión en un grupo de riesgo me parece querer nadar contra la evidencia». Tiene razón al rechazar lo que no necesita.

‘Voz en vuelo.

Antología poética (1961-2014). Autora: María Victoria Atencia. Editorial: Las Cuatro Estaciones. Málaga, 2017.