‘Una silueta en el vacío.

Antología poética 1979-2019’. Editorial: Caudal.

Ediciones Hispanas. Guadalajara, 2019.

Es obvio que, siendo el que suscribe autor del prólogo o introducción a la antología Una silueta en el vacío. Antología poética 1979-2019 (Caudal. Ediciones Hispanas. Guadalajara, Jalisco, 2019) del poeta Antonio Rodríguez Jiménez, mi labor crítica queda plasmada suficientemente en la antedicha introducción o prólogo... Reiterarme en los extremos en ella vertidos sería, como dicen los labriegos andaluces, poner albarda sobre albarda. Ahora, por completar, en todo caso, con mi papel de prologuista, lo haré limitando mi contribución a señalar la singularidad del poeta, así como la oportunidad de este recuento atinadísimo de sus versos, de sus poemas, una obra extrema, excelente, meritoria y diferente que ha sido emblemática en las últimas hornadas de la poesía que se está escribiendo en España desde la década de los 80 del pasado siglo.

A bote pronto hay que afirmar, sin que suene a ditirambo ni apasionamiento del prologuista, que Una silueta en el vacío, como antología, lo es excepcional, tanto como libro (impresionante el diseño o ilustración de la artista granadina Silvia Abarca), como la exquisita sensibilidad e inteligente tacto al escoger los poemas que representan la tan extensa como confortante obra del poeta cordobés Antonio Rodríguez Jiménez.

Cuarenta años de ejercicio, de iluminación, de transformar una realidad a punto de ser absorbida en uno de los tantos agujeros negros de lo contingente, para convertirse en una nueva estrella, una supernova sustentada en esa sublimación de lo onírico, la obsesiva indagación de lo erótico y la tensión del tiempo al que se asoma el poeta, ya no el joven que se lanzó al ruedo ibérico con aquel primer poemario, Adagio a una noche de arcanos y fuego, y llega ahora, cuarenta años después a México, con esa sensación de vacío en la que todo su existir como poeta se le transforma en una vaga silueta, una sombra errante que busca un nuevo asentamiento, una nueva fe de vida y, acaso, en el poemario que cierra por ahora su creación, Dioses abandonados en la calle, nos oriente del momento que vive el poeta; en el poema representativo del poemario en cuestión seleccionado para la presente antología, «Gestos en un tiempo de desesperación», dice el poeta: «Intentas olvidar tu futuro/en un gesto de aislamiento».

Es el pesimismo inherente al auténtico creador que se encuentra desasido de la cotidianidad de una realidad que por conocida él superaba en cada uno de sus poemas, transformándola en un mundo mágico, fantástico, inconquistable, pero suyo, salvándolo del abismo, del terrible vacío que acecha y está presente en toda la producción poética de Rodríguez Jiménez.

Pero ¿qué? Pasarán los días, al volver una esquina, al paso de la brisa, el revuelo de una falda juvenil, y el poeta, como Lope de Vega absorto en su hermoso oficio de mirar, lo ejercerá plenamente, será esa mirada la desencadenante del prodigio y, helo ahí, otra vez enfrascado en sus versos, endiosado en sus disyuntivas, creando-destruyendo sus paraísos, verso a verso, deslumbramiento a deslumbramiento, para darnos esos poemas diferentes, ya digo, emblemáticos de la mejor poesía española del momento.