Cuando al resto de los países europeos aún les queda por digerir los recientes resultados a favor del brexit, voces críticas se alzan desde el Reino Unido y qué mejor forma de hacerlo que a través del humor y la sátira, como en el caso del autor Ian McEwan. El novelista lanza una contundente y directa crítica a la responsabilidad de los políticos británicos en cuanto al desenlace final de la ruptura de Gran Bretaña con la UE. McEwan hace uso de la sátira como instrumento literario clásico al estilo de Jonathan Swift en Los viajes de Gulliver o George Orwell en su libro Rebelión en la granja, no con el ingenuo propósito de que sientan pudor y mejoren su trayectoria sino para poner en evidencia la debilidad de un proyecto desquiciado. En la metamorfosis a la que somete al personaje principal, una cucaracha que se ve de repente transformada en el primer ministro de Reino Unido, se observa desde las primeras líneas un claro paralelismo con La metamorfosis de Franz Kafka: «Aquella mañana, al despertar de un tranquilo sueño, Jim Sams, inteligente pero en modo alguno profundo, se vio convertido en una criatura gigantesca» (pág. 13). Aunque, como es bien conocido, en la obra de Kafka será un humano el que se encuentre mutado en insecto en la extrañeza del día a día. Es esta una burla mordaz e ingeniosa en la que los sujetos objeto de crítica se ven encumbrados en su propio absurdo. En ella, el autor no duda en usar la desagradable y repugnante figura de una cucaracha convertida en primer ministro del Parlamento inglés, sin poder evitar, de esta forma, que el lector evoque la figura de la propia Theresa May o la de su sucesor, Boris Johnson. Basándose en un nuevo proyecto económico al que denominan el reversionismo, su finalidad es revertir el flujo del dinero de tal forma que los trabajadores pagarían a sus empleadores y a cambio estos serían pagados por sus compras o se recaudarían impuestos para los trabajadores y se les bajarían a los ricos. En torno a la ley que aprobaría este delirante proyecto surge una división entre los avantistas y los reversionistas. Los primeros se postulan por el avance, pero se encuentran divididos entre el sentido común y la voluntad popular que los inmoviliza para presentar soluciones, mientras que los segundos, defensores del patriotismo por encima de la razón, pretenden devolver la grandeza y la gloria a Gran Bretaña. De esta forma, desoyendo los desastrosos pronósticos del sector financiero, las compañías multinacionales o las voces que se alzan desde la ciencia y las letras, prosiguen con su empeño en aprobar la ley, sin temor a caminar en solitario, para así forjar su fortaleza frente al resto de Europa e incluso sintiéndose ejemplo frente al resto del mundo. Enardecidos por la idea de autosuficiencia y de inaugurar una nueva Edad de Oro, llegan a aportar medidas como una moneda conmemorativa con la imagen de un reloj o un himno de tono optimista, hasta el punto de que tal fervor compartido impulsa, en un gesto extravagante y ridículo, al propio P.M Jim Sams a cantar: «El movimiento reversionista necesita una canción, que sea optimista. Una especie de himno... No conocían ni a la canción ni a la intérprete. El precio de su ignorancia fue elevado, pues el primer ministro se puso a cantar con fluctuante voz de barítono, con los brazos abiertos y una sonrisa forzada, como un cantante melódico con experiencia» (págs. 61-62).

En medio de este complot político y económico, McEwan incluye un incidente diplomático entre una fragata francesa y un barco pesquero inglés como llamada de atención al peligro que supone avivar las suspicacias y desencadenar la desconfianza entre las naciones. Tampoco faltan las alusiones al cambio climático como el efecto que provocan las decisiones inconscientes de los gobernantes: «Como todos los ríos menores, el Támesis se desbordó y Parliament Square languideció bajo diez centímetros de agua y todo el plástico y la basura de cartón encerado que flotaba... En cuanto amainaron las lluvias, llegó de las Azores otra zona de altas presiones y empezó otra ola de calor, más prolongada» (pág. 83).

Se trata pues de una ingeniosa, hilarante y atrevida fábula que deja al descubierto las debilidades del populismo, la avaricia y el autoconvencimiento de la propia fortaleza frente al resto del mundo.

Ian McEwan no duda en describir a los ministros del gobierno como blatta (término en latín para cucaracha), hombres que huyen de la luz para regocijarse en la oscuridad alejados de la cooperación social, la ciencia o la convivencia pacífica entre las naciones. La cucaracha es, sin duda, una crítica sagaz y atrevida de la reciente desembocadura del Reino Unido en el brexit, extensible a todos los nacionalismos, populismos y demás extremismos que pueden resultar seductores a simple vista pero que, al fin, solo aportan inquietud y confusión.

‘La cucaracha’. Autor: Ian McEwan. Editorial: Anagrama. Barcelona, 2020.