Santiago Muñoz Machado es una de las grandes autoridades en la España de las autonomías. El intelectual cordobés ha publicado más de cuarenta libros de diversa temática, aunque en los últimos años ha analizado la situación de España y Cataluña. Muñoz Machado es catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, académico de número de la Real Academia Española y de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y ha sido reconocido con distintos premios, entre los que se encuentra el Premio Nacional de Ensayo 2013 por Informe sobre España. Repensar el Estado o destruirlo. Su libro Cataluña y las demás Españas es de lectura obligada en momentos como el actual. En diciembre se presentará el Diccionario Panhispánico del Español Jurídico, que ha dirigido Muñoz Machado.

-¿Cómo calificaría la situación que vive España en la actualidad? ¿Se podría haber pensado la deriva a la que se ha llegado en Cataluña?

-La situación es extraordinariamente grave. El secesionismo ha cobrado mucha fuerza en Cataluña y se ha permitido con una pasividad inadmisible que crezca y se desarrolle. Lamentablemente ocurre en Cataluña este tipo de reacciones incomprensibles cada cierto número de años: cuando mayor es el autogobierno, se decide reventar lo conseguido y tomar una deriva imposible.

-¿Es la mayor crisis a la que se ha visto sometido España desde su origen como Estado?

-Desde su origen como Estado no, porque hemos tenido lamentables guerras civiles, levantamientos y tumultos de toda clase en los últimos siglos, muy especialmente en el XIX y en la primera mitad del XX. Es, desde luego, lo más grave que ha pasado desde el término de la guerra civil.

-¿Qué libro recomendaría para comprender mejor lo que está sucediendo en España?

-Cualquier libro de historia seriamente construido. Muy especialmente de la historia de lo ocurrido en 1934. Para conocer mejor lo que está sucediendo en la actualidad en Cataluña, me permito remitirme a mi libro Cataluña y las demás Españas (Crítica, 2014), que ha tenido varias ediciones y bastante repercusión.

-Si recurrimos a la historia. ¿Qué político cree que podría solucionar mejor la crisis actual?

-En arreglos de problemas aproximados a los que ahora nos conciernen se empeñaron personajes como Cánovas, Maura o Cambó. Más recientemente, Tarradellas y Suárez.

-Entremos en la génesis de esta situación, ¿qué importancia le daría a la crisis económica, el consiguiente ascenso del populismo y el nacionalismo como idea? O, ¿qué cree que ha sido más decisivo en el resurgimiento del «problema» catalán?

-El problema catalán es recurrente y se recrudece cada cierto número de años. Está muy arraigado en la sociedad y en la política catalanas, y tiene su propia genética. Esta es la base de las insurgencias actuales. Pero, ciertamente, en esta ocasión se han sumado los efectos de la crisis económica y el auge de los populismos en Europa.

-¿Fue un error ceder competencias claves como la educación o la sanidad?

-En los Estados de naturaleza federal o que cuentan con una fuerte descentralización política, como el nuestro, la gestión de las competencias educativas y sanitarias suele ser cuestión cedida a las autonomías. Una gestión absolutamente uniforme de esas materias solo es concebible en los Estados centralistas. Dicho lo cual, hay que añadir que unas ciertas dosis de uniformidad, para que no se genere una fuerte desigualdad dependiendo de los territorios, debe siempre reservarse al Estado. En nuestra Constitución esa reserva existe pero, por razones de conveniencia política (obtener el apoyo de los nacionalistas para formar gobierno y cosas parecidas), no se han ejercido o se han aplicado de un modo tímido e insuficiente.

-¿Qué le parece que se manipule la historia en las escuelas y se diluya la idea de España en Cataluña?

-Una vergüenza y una desgracia. Este es un punto en el que debería imponerse desde el Estado una exigencia de calidad en los materiales de enseñanza, excluyendo que se puedan utilizar historias manipuladas o parciales.

-¿Dejar en la justicia la resolución de la crisis catalana es la mejor solución? ¿No hubiera sido mejor mayor mano política?

-Ambas cosas son necesarias. La protección de la Constitución es asunto que corresponde a todos los poderes del Estado. Así lo establece nuestra Constitución. Los jueces deben reprimir los delitos, y el Gobierno y la Policía añadir la fuerza necesaria para que se apliquen las leyes y las resoluciones de los tribunales.

-¿Cómo se puede recuperar la paz en la sociedad catalana tras el cisma provocado?

-Ideando, en primer lugar, soluciones imaginativas. Para lo cual hace falta estudiarlas, empeño al que no sé si están dedicando tiempo los responsables.

-Se está denostando por parte de algunas formaciones políticas la España de las autonomías, pese a haber aportado el mayor desarrollo económico y libertad en la historia del país. Si tuviera que defender la España autonómica, ¿qué ideas aportaría?

-Simplemente la experiencia acumulada. Los cuarenta años pasados han sido un innegable período de bienestar y progreso en España. Las Administraciones públicas han estado más cerca de los problemas de los ciudadanos y, en general, el Estado ha funcionado bien. Lo que no excluye que se hayan mostrado muchos defectos, que estaban originariamente en la Constitución o que se han presentado sobrevenidamente, que es imprescindible corregir modificando bastantes leyes, cambiando las malas prácticas, y reformando la Constitución.

-¿Tiene sentido el nacionalismo en una sociedad global?

-Ni en una sociedad global ni en una sociedad territorial más limitada. Es una clase de localismo y de primitivismo que tiene poco de moderno, y termina siempre en confrontaciones.

-Para usted es clave la reforma de la Constitución. ¿Qué es necesario modificar?

-Después de cuarenta años habría que introducir bastantes reformas. Pero hay que hacerlo poco a poco, a lo largo de varios años y jerarquizando las necesidades. El orden debe poner por delante la reforma del Título VIII concerniente a las Comunidades Autónomas y a las Administraciones locales. Esta reforma debe incluir soluciones que permitan tranquilizar e integrar al nacionalismo catalán otros cuarenta años. Cuestiones concretas a reformar: en primer lugar, el reparto de competencias.

SU NUEVO LIBRO

-Su nuevo libro, ‘Hablamos la misma lengua’, presenta una historia política de la lengua. ¿Es la lengua castellana uno de los principales valores de España en el mundo?

-No uno de los principales valores, sino el primero de todos. Si España no tuviera una lengua que ha exportado a muchos países y que hoy hablan más de quinientos millones de personas, tendría muy poca relevancia mundial como país. La lengua española es nuestro mayor tesoro, al que deberían los gobiernos dedicar más esfuerzos para proteger. Es la marca España por excelencia.

-¿Se puede comprender que en Cataluña se prime el catalán y el inglés frente al español?

-Sus lectores van a responder a esta pregunta unánimemente sin necesidad de conocer mi opinión. De todas maneras, me parece que los programas de enseñanza no excluyen el manejo del castellano.

-¿Se convierte en demasiadas ocasiones la lengua en un arma política?

-La lengua es uno de los signos de identidad que más manejan los nacionalismos. No ahora, sino siempre. Las naciones, cuando se constituyen como Estados, se preocupan, antes de todo, de definir cuál será su lengua. Históricamente se han excluido los dialectos para hacer predominar una versión pura de la lengua de la nación, como ocurrió en Francia con la revolución de 1789. En América, cuando se constituyeron las repúblicas independientes, a principios del siglo XIX, también trataron algunos nacionalistas románticos de imponer una lengua española que, según decían, no era la castellana porque tenía muchas características léxicas y fonéticas distintas del español de Castilla. No triunfaron y España llevó a América algo que ella misma no tuvo nunca: una lengua única para todo el territorio. Es curioso que la monarquía española nunca impuso forzosamente el español y respetó las lenguas indias. El desarrollo y expansión final se produjo gracias a los gobiernos de las repúblicas independientes.

-¿Aman más el castellano en el Nuevo Mundo que en España?

-En España también amamos mucho nuestra lengua. No me parece que en esto nos distingamos. Hay, ciertamente, nacionalismos periféricos que prefieren la suya. Pero no hay que tomarlos como referencia en esto.

En América han manejado maravillosamente la lengua los escritores de la segunda mitad del pasado siglo, los del boom de la literatura hispanoamericana.

-En su libro, hace una reivindicación de la simbiosis entre lenguas, como ocurrió con las lenguas indígenas y los préstamos que enriquecieron el castellano durante siglos. ¿Qué importancia ha tenido en el español?

-El libro que acabo de publicar desarrolla la historia de la progresiva implantación del idioma castellano en América, desde que empezó la conquista hasta mediados del siglo XIX, una vez que quedan consolidadas las independencias. El recorrido va mostrando la labor política y cultural de España en América, y describiendo el tipo de relaciones que los españoles mantuvieron con los indígenas a lo largo de tres siglos y medio. Los monarcas siempre aconsejaron, como tarea prioritaria, la evangelización y, entre las políticas de aculturación de los nativos, la enseñanza del castellano. Pero nunca establecieron programas forzosos sino que se basaron en el respeto a las culturas y las lenguas amerindias. Los misioneros prefirieron, en general, aprender esas lenguas antes que imponer el castellano. Solo al final de la colonización, a partir del reinado de Carlos III, empezaron a establecerse políticas de castellanización más firmes. El castellano, por supuesto, se enriqueció tomando léxico local a préstamo, y también adquirió formas de expresión muy lucidas y brillantes en algunos países.

-¿Está trabajando en una nueva publicación?

-De momento se está distribuyendo Hablamos la misma lengua. Historia política del español en América desde la Conquista a las Independencias, que acaba de publicar la editorial Crítica.

Pero estamos preparando la presentación, el día 15 de diciembre, de un Diccionario Panhispánico del Español Jurídico, que he tenido el honor de dirigir en el marco de un acuerdo entre la Real Academia Española y el Consejo General del Poder Judicial. Han participado todos los tribunales supremos americanos y todas las academias de la lengua americanas, entre otros colaboradores como muchas universidades de aquel lado del Atlántico. Muchos de ellos se reunirán para asistir a la presentación, que tendrá lugar en la universidad de Salamanca, lugar que hemos elegido para celebrar, de paso, su octavo centenario.

‘Hablamos la misma lengua’. Autor: Santiago Muñoz Machado. Editorial: Crítica. Barcelona, 2017