‘Para comenzar todo de nuevo’. Autor: Luis Yarza. Editorial: Trifaldi. Madrid, 2017.

Luis Yarza es uno de los heterónimos que utiliza Julio César Galán (Cáceres, 1978) en sus publicaciones, junto a los de Pablo Gaudet y Jimena Alba. Este Luis Yarza se nos presenta como nacido en La Alberca, Salamanca, en 1983; licenciado en Veterinaria y ornitólogo en el parque nacional de Monfragüe; autor, hasta el presente, de dos plaquettes y un libro de poemas titulado Gajo de sol (2008). En una entrevista realizada a Julio César Galán por Mario Martín en Culturamas (29-3-2011), revista de información cultural en internet, se caracterizaba a Luis Yarza como «un ornitólogo que, en contacto con la naturaleza, alcanzaba una peculiar religiosidad», un cierto misticismo panteísta que trata la naturaleza desde una óptica de religiosidad cristiana y con quien Julio César Galán confiesa llevarse mejor que con sus otros heterónimos, de manera que lo considera como a un hermano.

En Para comenzar todo de nuevo, el heterónimo Luis Yarza agrupa un conjunto de textos, más o menos heterogéneo, donde quizá intente reconciliarse con una naturaleza amenazada a partir de la necesidad de una vuelta a los orígenes, donde la armonía y el equilibrio entre hombre y naturaleza resultaban idílicos. La relación entre el ser humano y la naturaleza acerca al primero a su Creador. Se produce aquí, por tanto, una necesidad de volver al origen, donde está lo puro e incontaminado, para devolver al hombre la paz y el sosiego perdidos, añorados desde su expulsión del Paraíso. Hay pues una necesidad de recuperar la dimensión espiritual del hombre a través de la heterodoxia y la universalidad (repárese en las citas iniciales, entre las que se encuentra una del autor de la Guía Espiritual, Miguel de Molinos).

La vuelta a esos orígenes se expresa a través de un tipo de composiciones poéticas que están en los más remotos inicios de las lenguas y las literaturas nacionales. Así, en la primera parte del libro, «Claridades y misericordias», el autor recoge una serie de composiciones que en ocasiones tienen la gracia y la ligereza del haikú y otras veces nos traen el aliento de la lírica tradicional por su sencillez, delicadeza y el carácter lúdico de las mismas.

Puede que todo se resuelva en un aforismo o una canción sefardí de bodas. Canciones tradicionales, poesía cantada, transmitida de forma oral de generación en generación, ligada, así mismo, a las faenas del campo o a la inocencia de la religiosidad medieval, sin dejar por ello de evocarnos atrevidas imágenes vanguardistas, en algunos casos. Estampas, fragmentos, impresiones sobredimensionadas parecen algunos de los textos que se alternan con otros, no de mayor enjundia y nacidos desde el silencio y la soledad más absolutos, como brotes que emergen de las manos hacia un Dios deseado y deseante.

En la segunda parte, «Adendas duales para El Libro del Esplendor» (recuérdese que este es el Zohar o la Cábala judía, equivalente a la Biblia o al Corán), el poeta destaca la necesidad de nacer a través de la luz, el alba y la rosa; de vaciarse para dejarse llenar y merecer la revelación.

Y todo ello entre imágenes vanguardistas de gran personalidad. Repite: «Yo he limpiado mi corazón» vinculándolo con el rito del agua y entre bandazos intuye, a través de un juego de paradojas, que la poesía puede ser un antídoto contra la muerte, para desembocar en largas letanías de versos deslavazados. La tercera y última parte, titulada «Versiones de cantos místicos cabiles» parte de evocar el regreso del desterrado (cristianismo), para referirse a la reencarnación (budismo), la Torá (judaísmo) y finalmente a Alá (musulmanes), recordándonos que son muchos los caminos que llevan al hombre hacia la divinidad; si bien resuenan ecos de los «Salmos» del rey David y del «Cantar de los Cantares», de Salomón; así como el poder elevador, ascensional, de la danza, tan grato al Creador.

El libro concluye con el texto en prosa «Breve cruce de memorias entre Pablo Gaudet, Julio César Galán y Luis Yarza», en el cual se produce un diálogo entre el autor y sus heterónimos, todos ellos en igualdad de condiciones, como si el autor fuese un heterónimo más.