‘La cultura, querido Robinson’. Autor: Guillermo Busutil. Editorial: Fórcola. Madrid, 2019.

Algunos libros no podemos dejarlos pasar por alto, pese al mercado y las novedades y las voces que salen de todas partes con propuestas que se nos ofrecen muy vistosas. Libros cuyo significado resulta especial desde la primera secuencia, porque representan, ante todo, un ejercicio de generosidad desde una mirada que atiende propuestas culturales de muy diversa índole y calado. Busutil nunca reniega de esa mirada periodística suya -ni hace por esconderla, todo lo contrario-, pero con alguna que otra particularidad como, por ejemplo, la de tratar y manejar bien el lenguaje, de hacerlo sonoro, de caminar por lo fronterizo del mismo hacia las imágenes que en muchas ocasiones señalan hacia lo poético. En este medio en el que nos toca sobrevivir, aprender a desenvolvernos, el autor perfila con una claridad asombrosa la tabla de salvación que representa la cultura para todos los que buscan ese oxígeno tan especial, y las distintas formas que tiene de manifestarse. Y lo hace desde una lentitud imprescindible para recrearnos en lo auténtico, lo mínimo, obligándonos a reflexionar continuamente sobre cada hecho y acción cuya estética y belleza representan de por sí algo más que un simple mensaje. Entonces no nos queda otra que, arrastrados por ese mensaje, esa música constante, fijar la atención en los nombres y obras que desfilan por estas páginas, sucumbir a nuevas lecturas y miradas, como si tuvieran siempre algo nuevo que aportarnos desde su propio destello.

Para todo esto no solo basta el dominio del lenguaje, sino que hay que explicitar una imaginación fluida, conducirla adecuadamente, mostrarla como inductora hacia un camino que se nos abre de pronto y en el que nos sentimos inmersos desde el principio.

Conviene resaltar que, siendo un narrador, Guillermo haga una apuesta decidida por la poesía. Eso lo encontramos en pequeñas e intensas dosis en casi todos los artículos y, en ocasiones, como eje directo de su reflexión y de forma más explícita. Por ejemplo, cuando habla de la «Conciencia poética» (no es el único momento). La poesía -un arrebato de intimidad, como define el propio autor- no es un «supletorio» más en esta mirada, en la existencia, sino que Busutil le da una relevancia señalada dentro de esa perspectiva que maneja, poniendo el punto de mira en la conciencia, en ese sustrato que no entiende de géneros sino de sensibilidades.

VOCACIÓN DE NARRADOR

Su vocación de narrador aflora también -el relato tiene también su lugar de excelencia-, por supuesto, pero todas las artes tienen su momento, su giro hacia alguna propuesta con cuya excusa el narrador traza no solo un resalte de la belleza en su singularidad, sino también un instante para la reflexión que lleva a lo general, a poder compartir con los lectores ese pensamiento como un quiebro que nos conduce a un lugar nuevo. La complicidad que establece el autor en cada artículo y entrevista resulta básica para tender y entender unos puentes que no se abandonan desde las primeras páginas, y en los que ese espíritu de «insurgencia calmada» se propaga sin cortapisas.

Activar a quien está al otro lado, que no se convierta en sujeto de piedra, pudiera ser el mensaje primordial, pero también aprender a valorar y mantener los restos de una cultura cuya vigencia es más frágil de lo que imaginamos y, sobre todo y desde el inicio, potenciar la lectura como una isla única, irrepetible, porque los libros nos hacen ser Robinsones sujetos a nuestra propia isla, pero con algo ya a lo que aferrarnos, como otro modo de sentir la vida mientras pasamos por ella.