Si alguien quería acercarse a la literatura del Holocausto le era recomendada la Trilogía de Auschwitz de Primo Levi, uno de los autores que por su condición de deportado a dicho campo de exterminio, daría lugar a uno de los testimonios literarios más brillantes y a la par, más desoladores del siglo XX sobre el Holocausto. Pero lo que era menos conocido de Primo Levi (1919-1987) fue su condición de partisano en la Italia fascista de Mussolini. El libro de igual título, Partisanos, de Sergio Luzzato, intenta, por una parte, contar una historia, la de unos hombres y mujeres valientes que se enfrentaron con lo que tenían a mano a un poderoso ejército, y ganaron, sí, con la inestimable ayuda aliada.

Pero, por otra parte, viene a llenar una laguna, a contar los años de maquis de Primo Levi, concretamente durante el otoño de 1943). Inexplicablemente, Levi después de su captura y deportación a Auschwitz, correría un tupido velo sobre «esa actividad» y sobre «un desagradable secreto ocurrido en el valle de Aosta». Pero lo cierto, es que la vida y la muerte de Primo Levi siempre ha sido un misterio, romántico, sí, pero un misterio nunca aclarado del todo.

Ahora la Editorial Península publica Yo, quien os habla, de Giovanni Tesio, un libro supuestamente inédito en donde sale a la luz una conversación mantenida por Levi con Giovanni hace más de treinta años con el objetivo de convertirse en su «autorizada biografía». Un intenso dialogo que es un recuerdo a la parte más oscura de esta Europa que vemos hoy en día cómo se desmorona lentamente sin que nadie, políticos, financieros, medios de comunicación, todos aquellos que ostentan el poder real, hacen nada por evitarlo.

Primo Levi fue un testigo de excepción de uno de los periodos históricos más deleznables del pasado siglo, y desde su atalaya de observador de la vida diaria de los prisioneros de Auschwitz, muestra su cara amarga más amable a la vez que la más irónica.

Sus relatos están plagados de personajes a quienes les sobra ternura y amor y, por qué no, heroísmo subyacente, que les hacía levantarse cada mañana sin saber si esa sería la última. Conviene no olvidarlo cuando lo leamos.

¿Quién mejor que Robert Crumb para ilustrar las historias de Charles Bukowski? Se sabe que tan solo se habían visto una sola vez, lo cual puede parecer extraño, pero que sin embargo se profesaban respeto mutuo, algo que dice mucho de ambos genios.

«Para mí -opinó Crumb sobre Bukowski- dice las cosas como hay que decirlas».

«En la gente que él dibuja -dijo Bukowski sobre Crumb- hay energía y resplandor».

Es difícil valorar si es mejor el huevo o la gallina, es decir, si son mejores los tres relatos de Tráeme el amor de Bukowski o las ilustraciones de Crumb. Porque a su manera ambos son narradores, ambos son ilustradores, y ambos perciben la realidad de idéntica manera. Eso les hace únicos e irrepetibles.

Y es que, como dice Charles Bukowski, en el relato No funciona el negocio, «Recesión es cuando tu mujer se escapa con alguien. Depresión es cuando alguien te la trae de vuelta».

Tres relatos en los que las más bajas pasiones confluyen con la Gran Depresión y el toque característico de Crumb.