Un continuo desplazamiento tembloroso del afecto al olvido, del sueño al desamor, de la esperanza al más fiero desencanto, es quizá uno de los signos más visibles que definen el espacio de la juventud estos días en los que el futuro se muestra seccionado por la hoz de una incertidumbre inabarcable. Todo parece efímero, muy frágil, a punto de resquebrajarse y disolverse en un desaliento que expande sus tentáculos ante la visión de un frío porvenir gangrenado y mordido por la desolación. Vivimos inmersos en una selva árida. No obstante, la juventud nunca se rinde y, ante el rudo paisaje de una sociedad famélica, enquistada en un materialismo vergonzante que premia a los trepas, a los corruptos y los mediocres, esgrime la fuerza de su noble rebeldía, sus deseos de invertir el sucio orden establecido del modo que sea. La autora de Hijos de la bonanza, Rocío Acebal Doval, barrena el tedio, la ominosa textura de esta sociedad malsana, a través de unos versos diáfanos e hipnóticos como cerbatanas de luz que hunden su pócima de insumisión gozosa en nuestro espíritu, llenando el vacío que hoy cerca nuestro ser.

Desde su inicio, ya hace varias décadas, el Premio Hiperión de Poesía ha descubierto poetas genuinos, absolutamente imprescindibles en el panorama literario nacional, como, por ejemplo, Fermín Herrero, Luisa Castro, David Hernández Sevillano, Ben Clark, Ariadna García o Maribel Andrés Llamero, quien lo obtuvo en la penúltima edición. Ahora, en este pandémico 2020, el Premio Hiperión, siguiendo su línea ya habitual, nos descubre la voz de una poeta portentosa, ceñida al rumor de estos turbios tiempos áridos, umbríos para la lírica que, no obstante, ella ilumina, abrevia y dulcifica, de alguna manera, con este Hijos de la bonanza, un poemario genuino que dibuja con gran tino el universo ético y estético de una joven autora de versos agridulces como estos: «La estupidez también. Nuestra revolución:/estupidez con buenas intenciones» (pág. 14); aunque en el mismo poema, sin embargo, poco antes, aclara contundente: «No pueden entender los sacrificios/que exige de nosotros el futuro:/la heroicidad es patria de los jóvenes». Poesía juvenil, pero de enorme madurez y tono sarcástico en algunas piezas del poemario, como en la titulada «Crisis de los cuarenta» «De no ser por los años/que me faltan a mí o a los que a ti te sobran/seríamos felices/pero así es la vida -puñetera-» (pág. 53). Y ese aliento sarcástico, acendradamente irónico, destella aún con más fuerza e inspiración en la segunda parte del poemario, donde vemos una crítica ácida, aunque tierna, de lo que actualmente conlleva ser poeta e intentar ubicarse en el mundillo literario donde bulle sin tregua esa feria de las vanidades que, en el fondo, nos es otra cosa que impostura, cáscara evanescente, falsedad: la pieza titulada «El poeta quiere», con un guiño sublime al crítico García Martín, define en esencia lo que supone ese universo de hacedores de versos obsesionados con la fama. Y en el mismo sentido, en sintonía con lo anterior, Rocío Acebal enumera en «Proceso literario», con un tono irónico limpio y descarado, todos los pasos que el poeta debe dar para instalarse en el frágil parnasillo de escritores laureados que danzan con la gloria en un baile grotesco, sucio y delirante: «Hacer generación como quien hace/ encaje de bolillos./...y odiar terriblemente a un compañero/de tertulia o revista» (pág. 36). Finalmente, la autora echa la llave a la pieza lírica con un verso rotundo: «¿Escribir un poema? Esa es la parte fácil» (pág. 37).

Hemos ido diseccionando algunos versos de este hermoso poemario, Hijos de la bonanza, extrayendo el fluido esencial de su mensaje. Aun así, no todo es agudísima ironía, ni sarcástico humor, también hay desaliento, ternura y melancolía en los poemas. Lo podemos apreciar en «La espera» (pág. 47), perteneciente a la parte tercera del libro, o en el titulado «Mudanzas» (pág. 19), que retrata con una precisión fantástica la inestabilidad laboral de su generación, esa terrible inquietud de las mudanzas que hoy afecta a tantos jóvenes del país instalados en el vértigo gris del desamparo. Al final, lo mejor de este libro de poesía reside en la habilidad de Rocío Acebal para mostrarnos el retrato inspiradísimo de una generación de gente joven subida en el barco de la incertidumbre, abocada a un futuro social desolador.

‘Hijos de la bonanza’. Autora: Rocío Acebal Doval. Editorial: Ediciones Hiperión. Madrid, 2020.