Impresiona ver tantas antologías de poesía en que lo más extenso son los currículos, llenos de premios, menciones especiales, traducciones. Sin embargo, la talla de los poemas no suele estar a la altura de las titulaciones. Escritos sin cuidado, con repeticiones vanas, carentes de ritmo e ignorando la puntuación, parecieran composiciones de nivel inferior al del alumnado de instituto. Planos, sin temblor, con imágenes párvulas o rancias.

Se suele olvidar que la poesía es el género literario que va, que debe ir, a la cabeza de todos los géneros en cuanto a innovación y experimentación. La temática no es importante si no la arropa un trabajo sostenido con el lenguaje. No se puede escribir ahora como se escribía en el siglo XVII, ni tratar el poema como si fuese una canción. Hacer un poema no es sentarse una tarde a ver lo que sale -incluida yo-. Hay que haber leído y roto mucho y descartado y corregido mucho. La poesía es sagrada.