La poesía es poesía al margen de la condición de género de quien la escriba, espacio y tiempo, son otras sus cualidades esenciales, calidad es lo primero y debe estar por encima de cualquier reivindicación del tipo que sea, donde comienza una termina la otra. Esto hay que respetarlo, hilar muy fino, pues de lo contrario los resultados serán simples colgaduras y guarismos que en nada van a beneficiar a la creación y a la cultura.

No se trata de sumar por sumar, sino de descubrir lo olvidado y marginado, narrar lo nuevo y singular, lo de ayer y lo de hoy mismo, porque la labor de reivindicar y también de descubrir no es solo pasado, igualmente presente, y a la poesía escrita por mujeres le basta por sí sola.

En este sentido la lírica española tiene en su haber algunas de las más importantes poetas españolas de las generaciones de los 70 y 80: Clara Janés, Pureza Canelo, Ana Rossetti, Amparo Amorós, Elsa López, Rosa Romojaro, Olvido García Valdés, Ángeles Mora, Julia Otxoa, Isla Correyero o Chantal Maillard, entre otras.

Algunas de estas autoras acaban de publicar sus libros más recientes. Clara Janés, Estructuras disipativas, en el que se vuelve a erigir en una autora inimitable y única; Isla Correyero, Mi bien, una antología de su obra publicada que merece la pena volver a su relectura; Pureza Canelo, en Retirada, rescata espacios y sentidos propios que son una afirmación de ser y estar en la vida y en la poesía, algo que se olvida con frecuencia; Chantal Maillard, Cual menguando, un libro a tener en cuenta aunque no exento de riesgo. Cuatro libros para sumar a la poesía española más actual.

Por otra parte, el Ministerio de Cultura ha fallado recientemente el Premio Nacional de las Letras Españolas 2018 que ha sido para Francisca Aguirre. Muy merecido, este sí. El silencio y los espacios en blanco también cuentan en poesía.