‘Mineral y luz’. Autor: José Antonio Fernández Sánchez. Editorial: Ediciones Rialp. Madrid, 2017

José Antonio Fernández Sánchez recibió por Mineral y luz el premio Alegría. Se trata de una poesía reflexiva, producto de realidades cercanas y de la belleza, que recuerda a Miguel Hernández: («¡Qué abismo entre el olivo/y el hombre se descubre!»), donde habla del mundo que rodea al ser humano. Lo cercano y el conflicto ante la naturaleza crean un mosaico de incertidumbres. «Es como si viniera despeñada/de tanta brusquedad. Es su manera./Más tarde, nada, en realidad ya ha sido,/la mansedumbre vuelve, hace la noche. Cuánta lección de calma, luz oscura». La música recorre el espacio del sosiego, es parte del espacio que permite el diálogo con un universo a reconstruir en la mirada e iluminar el presente de la desazón, como en la obra de Valente, Claudio Rodríguez, Antonio Machado («Dijo Dios: -Brote la nada»). Son poemas etéreos, armónicos. «¿Tal vez entre las cañas?,/¿entre las altas hierbas del camino?/Resalta la quietud, la expectativa./De pronto un aleteo/hace vibrar el aire./Y prende el vuelo./Inmaculado el cielo de tan blanco», a compararles con Diego Jesús Jiménez: «Tocad ahora, ved cómo crece el noble/gesto del gris en cenicienta retirada, y/ved cómo el ocre/tardo del hábito hiere o perdona, salva o maldice, nuestra más honda pasión...». Confluye el olor de la vida y los afectos: «Asido, como estás, a la ribera,/a las piedras atado, simple junco,/por tu lugar de privilegio/ha de pasar el agua, hundirte el tallo/y, cuando la corriente esté a la par,/te inclinarás entonces». Surge la preocupación por escribir la elegía del hombre dueño de ese regalo que es la vida.

Son 25 poemas que nos permiten ahondar en la tradición de seres felices por ver amanecer: «Recuerda con afán de recordar/cuántas vicisitudes de la vida/en su mero transcurso/le han marcado la piel y más adentro», algo repetido por Tomás Segovia («No olvido aquella hermosa dependencia...»).

Fernández ahonda en pasados inquietantes: «Buscabas un lugar que te acogiera». Mira a lo lejos, a horizontes claros, se acerca al presente. «Es esa luz caliente que te ampara/y que te alivia, que transita en ti/igual que un río arrastra y sedimenta./Y bien lo acoges,/abiertamente, como quien recibe,/no la consagración,/la vida misma,/en la piel de tus huesos,/en tu tardía edad».

En la noche de Halloween, con tanta publicidad macabra, aún nos es posible sentir la alegría de vivir gracias a versos como «una verdad honesta apoyada en la honradez», que es escribir versos para que alguien pueda vivir gracias a ellos.