Luis Buñuel, antes poeta que cineasta, dijo que el cine era un instrumento de la poesía. Y hoy no son pocos los poetas que en alguno de sus libros o en varios tienen algún poema que se refiere al cine o películas dedicadas a la poesía. No son escasas las ocasiones e influencias mutuas. Por citar algunos ejemplos, El club de los poetas muertos (1989), verdadero devocionario poético, sobresale sobre otras por su esencia, alcance y talante poético de «ser» en la poesía, de otros momentos que nada tienen que ver con la actualidad. Paterson (2016), de Jim Jarmusch, que como sabemos es el título de un libro de William Carlos Williams, aunque los versos que aparecen en la pantalla son en realidad de Ron Padgett, poeta, ensayista, narrador estadounidense y miembro de la segunda promoción de la Escuela de Nueva York, lo hace desde la mirada de las cosas sencillas y corrientes, la belleza poética de los más pequeños detalles. El lado oscuro del corazón (1992), film que se alimenta de poemas de Benedetti. Howl (2010), el poema de Allen Ginsberg que marca el inicio de la generación beat. Además de los biopic El cónsul de Sodoma (2009), sobre la vida de Jaime Gil de Biedma, o La luz con el tiempo dentro (2015), sobre la vida de Juan Ramón Jiménez y también habría que decir de Zenobia Camprubí, de tanta importancia en la vida del premio Nobel. Y otras más que aquí no encuentran su espacio. Y por decir un libro de poemas muy reciente: La sonrisa de Audrey Hepbur (2015), de Sonia Betancort.

La poesía actual, desde hace décadas, tiene cierta tendencia a la claridad, a tocar más el suelo que las nubes, más cercana a la vida de hoy mismo que todos vivimos diaria y cotidiana, el mismo o parecido sentimiento que a todos nos embarga en una sociedad global, hacia las cosas que nos rodea, trabajo, el amor y momentos. Hay poesía de la mirada, de nosotros mismos y de los otros.

A este respecto Padgett nos dice: «No hay ideas sino en las cosas», y tanto William como Padgett están obsesionados por los objetos, la motivación de lo que tocamos y nos hace sentir. Emoción es poesía. Sólo por El club de los poetas muertos y Paterson, entre otras, merece la pena esta conexión de cine y poesía.