‘91 poemas contra la niebla’. Autor: Jesús Urceloy. Editorial: Ars Poética. Siero (Asturias), 2018.

Hay autores, libros, que pueden parecer silenciados desde su nacimiento, que no esperan hallar más que una serie de fieles lectores, aunque se intente romper esa barrera tan fina y no se renuncie a ir más allá. Jesús Urceloy es un autor de largo recorrido. Osado, atrevido con la palabra y todas las posibilidades que esta puede ofrecernos. Son muchos años y libros para dejar constancia de que su idilio con la poesía va mucho más allá de un flirteo convencional, pasajero. Este último libro, tan heterogéneo y abierto, transita desde los sonetos (cuyo manejo no tiene secretos para Urceloy), pasando por los haikus, trazando un recorrido por casi todas las formas poéticas (también la prosa -en la primera parte del libro- se deja domesticar bajo su mano sin perder lo lírico) y nos reconcilia con la poesía en su estado de desnudez, de sonido musical. Los tonos varían. Urceloy igual hace presa del tono irónico, casi burlón, que se deja atrapar por otros más graves, pero sin perder ese punto de humor -a veces crítico, corrosivo incluso- y cierta dosis de ternura. La amplitud de registros traza un recorrido singular en el que es plácido adentrarse, pero no perdamos de vista que el libro mantiene una estructura, una secuencia rítmica, intencionada, y sus propios respiraderos. Esos cambios de palos nos hacen conscientes de que no estamos ante una estructura al uso, y que dejarse arrastrar es lo más plácido para la respiración. La frescura y la vitalidad mostradas no eximen para dejar de descubrir que hay una carga crítica bajo la piel, que hay una dirección y una diana, pero sin acritud retorcida, con la templanza de saber contener lo emotivo que lleve a algún exceso.

Hay momentos de intensidad alta en este libro, como por ejemplo los poemas «Poesía de la experiencia», «Contra facebook», «Gunter Grass», etc, y tantos otros, que igual nos dejan sin respiración que nos sorprenden con el hallazgo de la belleza. Tal vez lo mejor es descubrirlo en primera persona y adentrarse en esta niebla, estos poemas, ya que constatan que el ritmo, la cadencia, es una de las bases más sólidas de esta voz, que insiste y persiste en la poesía, como una mirada válida y unificadora sobre un mundo que en su derrumbe cotidiano, deja algunos huecos para lo luminoso.