Pilar Fraile Amador (Salamanca, 1975) es profesora de filosofía y doctora en Teoría de la literatura. Ha publicado el libro de relatos Los nuevos pobladores (2014), y los de poesía El límite de la ceniza (2006), La pecera subterránea (2010), Larva seguido de Cerca (2012) y Falta (2015). Ha aparecido en antologías y libros colectivos, Pájaros raíces (2010) o Por donde pasa la poesía (2009), La república de la imaginación (2009), Pánica tercera (2006). Su novela más reciente es Las ventajas de la vida en el campo, publicada por Caballo de Troya en 2018.

-¿Existe un evidente proceso evolutivo entre poesía, relato, novela?

-No creo que se pueda hablar de un proceso evolutivo entre la poesía y la narración. Existen dos impulsos esenciales que promueven la escritura: el lírico y el narrativo. La poesía, tal y como la experimento, surge del choque con la existencia, ese momento brutal en el que te preguntas qué somos y qué es esto que nos rodea. La narrativa surge ante la conmoción por la acción humana que, bien mirado, es bastante incomprensible. Para entender por qué las personas hacen las cosas que hacen, narramos. Así, narrar, para mí, sería una suerte de investigación en las causas del comportamiento.

-¿Lo perturbador se cuenta mejor en prosa, de ahí ‘Los nuevos pobladores’ (2014)?

-Me da la impresión de que mis libros de poemas son muy perturbadores. Lo que ocurre es que la perturbación es de otro orden. De hecho, en los tres últimos, Larva, Cerca y Falta, que considero una trilogía, se pone el mundo patas arriba, especialmente se desmontan las ideas acerca de nuestra comprensión del mundo y del tiempo. Con Los nuevos pobladores el territorio de la perturbación se traslada hacia la vida cotidiana. En estos relatos lo desconcertante son las relaciones humanas, tal y como se han establecido en nuestra sociedad.

-¿Los relatos necesitan un estilo y un tratamiento diferente al resto de géneros?

-El relato es narrativa concentrada, de alto voltaje. Para que un relato funcione cada elemento tiene que estar medido porque todo lo que sucede sirve a un solo objetivo. No es así en la novela en la que pueden darse varios objetivos, unos primarios, otros secundarios, que más o menos tienen que acabar confluyendo. El relato comparte filiación narrativa con la novela pero la lógica compositiva de ambos es muy distinta. Escribir relatos se parece más a preparar la comida de Navidad, un festín embriagador y que te tiene que dejar con la boca abierta, mientras que la novela requiere esa mentalidad del que tiene que organizarse para que haya comida decente todos los días del año.

-¿Qué falla en el cotidiano vivir de sus personajes?

-La tara que comparten los personajes de Los nuevos pobladores es la tara contemporánea. Ellos, como nosotros, están conectados a todo lo demás y desconectados de sí mismos. Se desconocen profundamente, por lo que también desconocen a los demás, así que son incapaces de tomar decisiones, o las decisiones que toman son erróneas. Sufren una alienación de manual. Esta situación desencadena acontecimientos que parecen muy cómicos o muy locos pero que son esencialmente trágicos.

-¿Persiste esa «zona oscura» en su narrativa?

-Haga lo que haga siempre esa zona va a estar presente, me temo. Porque la tarea de mi escritura, he ido descubriendo, es iluminar esa parte que tiende a permanecer en la sombra, esas cosas que tendemos a ocultar incluso de nosotros mismos, porque no son compatibles con los discursos publicitarios, con el pensamiento positivo, con lo supuestamente correcto.

-La pregunta anterior justifica el tema de su novela, ‘Las ventajas de la vida en el campo’ (2018), ¿personajes comunes frente a una suerte de incertidumbres?

-Podrías interpretar la novela como la historia de una pareja tipo, un hombre y una mujer con su niña pequeña que están intentando hacerse una vida. Ellos desean, como es lógico, que su vida sea buena. Y podrías interpretar que es precisamente ese deseo lo que se vuelve en su contra. Digo que podrías interpretar porque, al ser una narración sin juicios explícitos sobre lo que acontece, mi visión es solo una de las posibles. Para mí no es tanto la incertidumbre a la que se ven sujetas sus vidas lo que los determina sino la baja capacidad de reacción que tienen ante el desmoronamiento de lo que daban por hecho.

-¿Reconstruye esa clásica alabanza de aldea frente al menosprecio de corte?

-La idea de que la vida en un entorno rural es mejor es una de las ideas que tienen los protagonistas. A lo largo de la historia se verá que esta idea ni siquiera es suya, sino que es, como casi todo lo que les ocurre, un reflejo, un signo de los tiempos.

-La vida de Alicia y Andrés se complica una vez en el campo, ¿por qué?

-Lo que les pasa a los protagonistas es similar a lo que le sucede a los muebles cuando los cambiamos de casa, que enseguida muestran las marcas de la ubicación en la que han permanecido, el polvo adherido a lugares invisibles, los cercos dejados por un vaso de vino, los desconchones, todo se hace visible de pronto. Cuando Alicia y Andrés llegan al campo les sucede lo mismo, creen poder partir de cero, iniciar una vida totalmente nueva, pero eso no es posible porque llevan las marcas de su vida anterior.

-¿La sombra de ese viejo vecino justifica el miedo de los protagonistas?

-El viejo representa al otro, el que es de otra generación, el que no pertenece a tu misma clase social, el que habla tu idioma pero no lo usa como tú porque su universo de compresión es otro. La reacción de Alicia y Andrés ante esa otredad es de aversión, de rechazo, de miedo si quieres, porque no saben cómo manejarse. Ahí empieza la verdadera materia narrativa de la novela, en ese enfrentamiento.

-Pese a construir una narración costumbrista, ¿sobresale el aspecto psicológico?

-La novela, tal y como yo la veo, no tiene ni la intención de ser un retrato de costumbres ni la de soportar el análisis psicológico de los personajes. Ambos aspectos, tanto la descripción de una época, como el del desmenuzamiento de la psique de los protagonistas, sirven a otro propósito, el de construir un relato acerca de la muy frágil estructura moral de los personajes. La trama de la novela surgió al hilo de la pregunta: ¿Qué va a suceder cuando nuestras vidas que supuestamente iban a ser felices y exitosas resulten no ser ni lo uno ni lo otro?

-¿La sombra de una profunda crisis económica arrastra la vida de Alicia incluso en un lugar elegido como el rural?

-Sí, claro, el cambio de residencia no asegura nada. Vivimos en un mundo globalizado en el que las condiciones socioeconómicas nos azotan por igual, vayamos donde vayamos. La idea de que existe una arcadia que uno puede construir con su esfuerzo personal es otra de las falacias que soporta nuestra existencia, con pésimas consecuencias, como se ve en el caso de la Alicia y Andrés.

-Para terminar, ¿había que apostar, sin desvelarlo, por un final tan determinante?

-Hubo un momento en la revisión de la novela en el que me planteé dejar la historia en un punto anterior a la evolución de los personajes. Me acabé convenciendo, espero haber acertado, de que era necesario mostrar las consecuencias de las decisiones que toman los protagonistas, y de las que son incapaces de tomar. Creo, sin embargo, que el final aún deja muchas incógnitas abiertas que permiten al lector tener un papel activo incluso después de cerrar el libro.