La emoción de adentrarse en las páginas de un libro de hermosa poesía es sentir, de alguna forma, la reconexión con un lugar perdido al que no regresabas desde hace mucho tiempo. Parece sencillo, aunque pasa pocas veces. Así, al pisar los senderos de este libro de Jesús Losada, Casi la vida entera , he sentido el estremecimiento candeal que experimentaba en los días de mi niñez cuando entraba en mitad de la siesta, bajo la calima, al sereno frescor de un huerto de verano cercado por las avispas y las libélulas. Allí estaban los higos y las moras, las ciruelas, las peras, los melocotones y las manzanas, además de una alberca en la sombra para hundirte en la quietud de sus aguas verdinegras, donde latían las hojas de los árboles y cristalizaban los ojos del verano. La poesía germinaba en la luz de esos instantes. Ahora, leyendo este libro excepcional de Jesús Losada he experimentado el vértigo de volver a tocar ese espacio amable y puro al que yo no había vuelto desde hace muchas décadas. La poesía de este autor reaviva la inocencia que subsiste acotada al sur de la memoria, donde las aves y los árboles se abrazan. Y esa sensación positiva es impagable. Muchos de los versos que hay en este libro conectan de un modo insólito con mi mundo, con mi universo interior menos explorado. Hasta esta ocasión jamás me había ocurrido. No siempre al leer poesía uno se siente escrito en los versos azules de una página donde hallas cobijo para transitar la noche y deshacer el lúpulo del miedo.

La obra poética de Jesús Losada (Zamora, 1962), además de la firme e hipnótica belleza que bulle en su esencia, en su feliz sustancia, guarda, en el fondo, un sutil mensaje ético: el de la conexión del hombre con su entorno en cualquier circunstancia a nivel profundo e íntimo. De ahí la singularidad que la define, y su belleza prístina, genuina. La voz del poeta conecta con el cosmos, con la soledad febril del universo, con la luz vespertina y sagrada de los mapas, de las múltiples geografías que ha cruzado sintiendo y pensando versos limpios como estos: «Árboles solitarios y cielos de uva/pasan como fríos abismos encendidos» (pág. 69), o, también, estos otros: «Llueve sobre los charcos del jardín.../Entre las sábanas la fruta incandescente» (pág. 78). La naturalidad y la sencillez son virtudes poéticas que entraron un día en desuso cuando algunos autores quisieron camuflarlas y confundirlas con la trivialidad, la vulgaridad y la ramplonería que hoy tanto destacan y abundan en ciertos libros escritos por jóvenes muy bien considerados, incluso alabados, por famosas editoriales que han convertido sus obras en superventas. Aquí, sin embargo, en este libro prodigioso de Jesús Losada la sencillez relumbra en su grado más alto, en su aura mayestática, como un noble faisán sobre un manto de nieve. Esta es una poesía de onírica hermosura, de una plasticidad serena, armónica, que trasciende los límites del tiempo y del espacio, como puede apreciarse en cada uno de los libros seleccionados en este gran volumen, y muy especialmente en Corazón frontera , del 2010, donde destellan versos misteriosos como relámpagos en el odre del ocaso: «Entramos en la casa vacía./Las silenciosas vértebras del miedo barnizan/ la oscuridad de las alcobas» (pág. 96) o «Escribo la palabra oscuridad/y todo se vuelve del color de la antracita» (pág. 99). Y así, como los anteriores, otros muchos versos se van engarzando con un tacto exquisito en poemas que lucen transidos, luminosos, como frutos de zarzaparrilla al contraluz de una pared de granito abandonada al pie de un camino por el que ya no cruza nadie que no sean las sombras, la brisa y el silencio.

La poesía de Losada es sutil y electrizante, a la vez que serena, plácida, envolvente, tamizada por una armoniosa mansedumbre que la aísla y la aleja de la gris ramplonería que exudan esos libros de versos monocordes tan celebrados en la actualidad, de un modo exclusivo, por lectores adolescentes. En este libro antológico y esencial de Jesús Losada el poema toma vuelo y envuelve al lector por su sencillez lumínica. Uno pide perdón por no haber llegado antes a este universo poético genuino donde, al entrar, te sientes como en casa, con el alma en suspenso y los ojos encendidos por versos que alumbran la vida como faros o sutiles luciérnagas: «Tiembla lo azul en tu mirada/como tiemblan/junto al arroyo los iris salvajes» (pág. 121). La voz singular de este poeta zamorano es de una calidad lírica impecable. Jesús Losada es por derecho propio uno de los grandes poetas de nuestro país, de la estirpe de Antonio Colinas, Gamoneda, o Basilio Sánchez, el extraordinario vate cacereño. No hay caminos de arena poética ni senderos que aún no haya transitado el autor de este libro, Casi la vida entera , una antología esencial que rompe moldes modificando el tiempo y el espacio, pues la recopilación que hace Losada de su obra poética en este sustancioso volumen de versos comienza en el presente, año 2020, con un prólogo majestuoso y bien trenzado por el escritor dominicano Plinio Chaín, y hace apenas dos años, 2018, con Negrura (un poemario enhebrado por un sutil misterio) para terminar su viaje en el pasado, año 1992, cuando vio la luz su libro Indulgencia Plenaria , en el que destaca el poema «La raya seca»: «Esas cocinas lentas, de azulejos con viruela/y almanaques torcidos en la pared» (pág. 232). Ya en la última parte de esta antología poética aparece un hermoso poema titulado «La fragilidad del ángel», donde hallamos la precisión de este verso lapidario: «Vas muriendo por dentro. Nunca regresas a ti» (pág. 235). Entre todos los libros editados por Losada, recogidos aquí, en este mítico poemario, sobresalen tres títulos: La noche del funambulista (1999), Los paréntesis imantados (2007) y, el antes citado, Corazón frontera (2010), aunque toda la obra editada del autor es de una altura lírica envidiable. Sus poemarios en conjunto conforman las paredes de un universo poético esencial donde la palabra es luz, pulsión de amor, emoción que roza el temblor de lo sagrado.