Un millonario decide financiar un proyecto de investigación sobre la infidelidad en nuestra sociedad actual. Aproximadamente la mitad de la población encuestada confiesa haber sido infiel a su pareja, pero ¿es sincera la otra mitad que niega la traición? ¿Hasta qué punto mienten los encuestados y el porcentaje de infieles es mayor del que consignan las estadísticas? ¿Son incompatibles el amor y el sexo, la lealtad y la infidelidad? Esas preguntas atormentan a los personajes de la novela: a Irene, una chica de buena familia, criada en un colegio religioso, reprimida y oprimida hasta que se lanza de cabeza a la promiscuidad sexual más turbulenta y agresiva para comprobar, en su propio cuerpo y con experiencias personales, la naturaleza del sexo como si ella misma fuera una fría científica, aséptica, pendiente solo del experimento. Pero la vida la sacará de esa frialdad para sufrir hasta el delirio por dos hombres: Claudio, del que se ha enamorado perdidamente; Adam, que la magnetiza con un indescriptible e irrefrenable deseo sexual.

Precisamente, Adam es el millonario que aporta el dinero suficiente para hacer aquel estudio estadístico a gran escala. No le mueve solo el afán de conocer el comportamiento sexual de sus conciudadanos. Hay en este mecenazgo una motivación más oculta y personal, más íntima y turbulenta. Necesita aportar certezas a sus dudas, saber si él es un hombre normal o un monstruo, conocer los motivos por los que su madre se suicidó al conocer la infidelidad del marido. Pagará millones para que se investigue en secreto a todos aquellos que en las encuestas negaban su infidelidad, para saber si mienten o no, si el porcentaje de infieles es mayor, si él, en este sentido, es un ser comparable a los demás o no, si su actitud ante la vida y el sexo goza del beneplácito de la mayoría o no. Al millonario no solo lo devasta la duda de saberse igual al resto, su investigación tiene motivaciones más profundas; no solo las familiares, también sufre la paradoja de estar profundamente enamorado de su esposa Harriet y, a la vez, serle infiel con una procacidad salvaje. Quedará unido a Irene en atracción sexual, en identidad de deseos y modos de entender las relaciones entre amor y sexo, pero le asolará la duda de saber si su esposa, que conoce su promiscuidad, lo ama o ha dejado de hacerlo. Sexo y amor irrumpen en la novela como fuerzas ajenas una a la otra y descontroladas, meciendo a su antojo a unos personajes que parecen perdidos en el abismo de sus deseos.

Luisgé Martín (Madrid 1962) ha recibido varios premios literarios y publicado relatos, novelas, libros de memorias como El amor del revés (2016) o ensayo, El mundo feliz (2018). Sus últimas novelas tienen gran profundidad psicológica, como La mujer en sombra (2012), La misma ciudad (2013), Toda una vida (2014) y La vida equivocada (2015). Ahora, en Cien noches , con la que ha ganado el premio Herralde de novela, continúa su línea narrativa aportando varios de los temas que trataba ya en sus obras anteriores. Porque no hay una sino varias novelas en este libro: la autobiográfica de Irene, que engloba al resto, pero también la novela negra de la muerte de Claudio, el hombre del que está enamorada y lo estará siempre. Por ello acabará estudiando criminología e investigando aquel crimen hasta descubrir su causa y motivaciones.

El autor ha contado también con la colaboración de escritores amigos suyos que redactan cinco de los muchos casos estudiados de infidelidad entre aquellos que proclamaban su abstinencia. Estos cinco relatos dentro de la novela son colaboración de Edurne Portela, Manuel Vilas, Sergio del Molino, Lara Moreno y José Ovejero. Toda esta composición plural converge en un todo y contribuye a encajar las diferentes piezas del puzzle de esta obra que pretende ser novela erótica, negra y psicológica a la vez y de la cual Harriet, la esposa de Adam, en una entrevista reveladora con Irene, desenvolverá en las últimas páginas todas las claves y temores que acosan al millonario.