La primera obra literaria conocida y firmada de la historia la escribió la poeta y sacerdotisa sumeria Enheduanna. Esta primera autora vivió en Ur, la antigua Mesopotamia, hace 44 siglos, en el 2300 a.C. Escribió sobre tablillas de barro y hasta mucho después, en 1926, no se descubrió su identidad. En el territorio que es hoy Irak salieron a la luz sus tablillas en una excavación. La exaltación de Inanna, el himno dedicado a su diosa, fue traducido del sumerio al inglés y editado en 1968. Ana Mañeru y Carmen Oliart, autoras del libro, trazan una genealogía de autoras desde ella hasta la actualidad, recorriendo lenguas y culturas: Safo, Wallada, Hadewich de Amberes, Sor Juana Inés, Emily Brontë, Emily Dickinson, Juana de Ibarbourou, Ángela Figuera, Carmen Conde, María Beneyto, María Victoria Atencia, Adrienne Rich, Anne Carson, Maria-Mercè Marcal… y yo, que ignoro cuáles fueron mis fuentes cuando escribí «Inanna» (Narcisia, 1986).