La primera novela de Miguel Ranchal, El dedo incorrupto de Nerón, galardonada con el Premio Opera Prima que concede la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios en reconocimiento a los méritos de nuestros creadores, dejó en mí una huella inmarcesible. Me sorprendió la fabulosa capacidad descriptiva de Ranchal, capaz de entroncar de manera acordada la compleja trama argumental de una narración nada fácil, tachonada de un afiligranado lenguaje que obligaba a detenerse en la lectura para degustar la palabra y elucidar el sentido. Una labor procelosa, tanto para el que escribe como para el que lee, pero que muestra el gran conocimiento de Miguel sobre el tema que trata y la virtualidad expresiva de un hombre de leyes para afrontar el no siempre sencillo sendero de la literatura que no da nada a nadie sin esfuerzo, como proclama la conocida sentencia: «Lo que Natura non da, Salamanca non presta». Pero es claro que lo que Salamanca prestó no hizo más que apostillar aquello que había concedido naturaleza y esto lo sigue demostrando en su segunda novela de tan sugerente título Velas para el dragón rosado, una especie de ficción histórica para interpretar la dolosa y dolorosa realidad que se vive en España por la proclamada y no resuelta independencia de Cataluña. Pero no se trata de una novela histórica porque la trama se sitúa en un futuro no muy lejano. Sin embargo, Ranchal establece referentes históricos para argumentar e interpretar los hechos que se desarrollan en una novela marcada por el tema candente del secesionismo.

El autor no se atiene a discursos oportunistas aunque, por su actualidad, lo parezca. Ranchal busca encauzar su voluntad creativa a través de los argumentos que afectan su sensibilidad y le permiten dar rienda a la necesidad del ser humano de ser coherente con su tiempo y su destino. Para ello atrae de la historia asuntos cenitales que rayan la leyenda, estableciendo supuestas pero posibles comparaciones: la tragedia de Guzmán el Bueno trasladada al chantaje que sufre el presidente del Gobierno, bajo amenaza de asesinar a su hija si no cede a la presión de la secesión catalana; los tercios de Flandes interpolados con la participación de España en la guerra de Afganistán; las glorias de las carabelas colombinas y el afán misionero de Isabel la Católica trasmudados en la recuperación de una Santa Alianza con la finalidad alucinante de enviar una nave espacial hacia no se sabe dónde para evangelizar no se sabe qué; o reinventar un imaginado Camelot, el de la Casa Blanca de Kennedy, a fin de fabular en nuestra patria con las virtudes y pecados de aquel ambivalente esplendor. Es sorprendente el caudal de ciencia socio-histórica con la que Ranchal recama un texto ya de por sí complejo.

Lo que el novelista toma prestado no es más que un adorno para desvelar el alma, una experiencia proactiva que nos obliga a reflexionar sobre el paradigma impuesto por los cánones inmutables y el desaliento del ser humano frente a la presión y el contagio de lo que nos rodea y nos obliga tantas veces a actuar o callar en contra de nuestros principios. El asunto catalán no es un factor oportunista sino oportuno para definir el drama, más bien tragicomedia, de esta época extravagante, más atenazada por amenazas que impulsada por razones, en la que los fanatismos, siempre malsanos, coaccionan la vida sosegada de las gentes, víctimas siempre de cualquier desorden. Pero la mesura lo refrena y así nos habla eufemísticamente de un dragón «rosado» para atenuar el pavor que nos causa el legendario animal presto a exterminar vidas y haciendas.

Ranchal juega con el elemento policíaco, un ingrediente que aporta al contenido expectación e interés. El lector debe someterse primero a la gnosis, el conocimiento cabal de los hechos que se interrelacionan intestinamente conformando un espacio, un territorio de conflagración casi obsesivo, donde lo emotivo y lo externo litigan en poderosa pero también sombría intersección. En el juego coral que se despliega no faltan atisbos de refinada ironía, advocaciones más o menos proclives al esperpento que dibujan una realidad deformada, absurda a veces, donde no se evita el lenguaje coloquial, jergal y desgarrado; que se apodera de la enunciación para atraernos, para fascinarnos, sin eludir los vocablos más groseros que, hasta en su procacidad, coadyuvan a interpretar el statu quo del tiempo en que vivimos o te adentran en el escenario de nombres, claves y mitos. Miguel es un mágico constructor no proclive a todos los paladares aunque sí a los más sensibles, a todos aquellos que se atreven a detenerse en la contemplación de una obra de arte, un amanecer de luces imposibles o la vibración inasible de las argénteas olas para reflexionar acerca de lo visible y lo invisible.

‘Velas para el dragón rosado’. Autor: Miguel Ranchal. Editorial: Dauro Ediciones. Granada, 2018.