Dos en una torre es un clásico de la literatura inglesa que fue objeto de crítica en su época por la, entonces, inconcebible historia de amor entre Lady Constantine y el joven ST Swithin Cleeve a los que separa no solo la edad, ella es ocho años mayor que él, sino también la posición social y el marco moral en el que se desarrollan los hechos.

Tomas Hardy (1840-1928), novelista y poeta inglés del periodo victoriano, destacó con novelas como Tess d’Urberville, A group of Noble Dames o Jude el Oscuro, entre otras. Criado en un entorno rural, en el condado de Dorset, su obra literaria nos acerca al bello paisaje del suroeste de Inglaterra a través de poéticas y coloridas descripciones del imaginario territorio de Wessex. Influenciado por el poeta romántico William Wordswoth, en él la naturaleza adquiere una poderosa atracción que envuelve a los protagonistas y absorbe sus emociones. Al igual que Charles Dickens, en sus obras reaccionará de forma crítica contra la sociedad victoriana aunque Hardy se centrará principalmente en el ámbito rural.

En este relato los hechos se enmarcan en el estrecho y rígido escenario de la Inglaterra de finales del siglo XIX, donde el único espacio respirable que hallan los protagonistas para sus encuentros clandestinos será la torre Rings-Hill: «la columna se elevaba hacia el cielo reluciente y alegre, libre de obstáculos, limpia y bañada de luz» (pág. 15). Será desde aquí desde donde se proyectarán sus miradas y deseos hacia el firmamento de las constelaciones y estrellas como único ámbito donde las almas podrán expandirse más allá del peso de una moral asfixiante en la que el inconmensurable peso de la culpa y el remordimiento sobrevuela sus conciencias a cada instante.

El relato atrae al lector, no solo por la historia que nos ofrece, sino también por la fascinante belleza de las descripciones con que el autor nos la presenta. De una parte el universo con sus cuerpos celestes, estrellas variables, constelaciones o la aurora boreal. «Mire, por ejemplo, a esos retazos de oscuridad de la Vía Láctea -prosiguió señalando con el dedo allí donde la galaxia se extendía sobre sus cabezas con la luminosidad de una telaraña helada-. ¿Ve esa abertura oscura cerca del Cisne?» (pág. 53). De otra parte aparecen la naturaleza y sus elementos, los abetos, el viento, la lluvia o las nubes. «Trascurrió el verano y llegó sigiloso el otoño con su infinito séquito de tonos. Las tardes se tornaron más oscuras, más llorosa la luz de la luna y más espeso el rocío» (pág. 153). Ambos, naturaleza y universo, se confabulan en estrecha relación con las emociones de los enamorados y sus imágenes van pasando ante los ojos del lector de manera gradual y paralela a la evolución de los sentimientos y acontecimientos. El romance está impregnado de un exquisito simbolismo donde la voluntad humana se ve zarandeada por vicisitudes e imprevistos ajenos a los enamorados, que acabarán desbordándolos hasta llevarlos irremediablemente a un final trágico.

No hay que olvidar que el universo conceptual en que se mueve el autor está influenciado por el naturalismo, que entiende al hombre como sujeto condicionado por los designios que marcan su destino. El individuo aparece privado de autonomía y subordinado a lo predecible. Por ello, en esta novela, al igual que otras del mismo autor, la historia del romance entre los protagonistas sirve de instrumento para combatir los estragos de una sociedad represiva y puritana saltándose los rígidos cánones sociales, económicos y espirituales que destruyen la felicidad del hombre y lo abocan al sufrimiento.

Logra Thomas Hardy que el lector se sienta conmovido por el padecimiento que acompaña a los personajes en su destino y empatice con las debilidades y contingencias que impiden a los enamorados disfrutar libremente del objetivo de sus anhelos. Dos en una torre es un bello relato cargado de poéticos paisajes celestes y terrenales en los que ambos personajes luchan por alcanzar su felicidad a pesar de la adversidad que les marca el destino: de ahí la heroica virtud de su empeño.