Confiesa el escritor que a diez editores diferentes envió su manuscrito para que lo publicaran. Y todos, sin excepción, lo rechazaron. Uno tras otro. El propio autor y cualquier lector que se adentre en esta excelente novela sabrá por qué: ninguno de aquellos diez editores se leyó el manuscrito. Una portentosa prosa, original, inteligente y exquisita condensa en poco más de ciento cincuenta páginas la ficción de un Napoleón que no muere en Santa Elena sino que logra escapar de aquella isla dejando en su lugar a un impostor. Y en esa ficción, que bien podría ser realidad, Leys nos retrata a un Napoleón que ya no es altivo ni arrogante sino consciente de la derrota: la del campo de batalla y la de la vida. El emperador es ahora un ser humano corriente que se enfrenta a su destino desde la impotencia y el fracaso, un hombre cansado que ha perdido el vigor de antaño y el poder omnímodo del que gozó. «Napoleón miraba con consternación el lento discurrir del paisaje. Una fatiga infinita oprimía todos sus miembros. Se sentía viejo, y enfermo, y solo» (pág. 27). Acantilado nos acerca esta excelente novela de Simon Leys (Bruselas, 1935-Camberra, 2014), pseudónimo de Pierre Ryckmans. La muerte de Napoleón publicada ahora en 2018 en Cuadernos del Acantilado se une a otras excelentes obras de Leys publicadas anteriormente por la misma editorial: La felicidad de los pececillos (2011), Los náufragos del ‘Batavia’ (2011), Con Stendhal (2012) y Breviario de saberes inútiles (2016). En su deseo de volver a levantar sus ejércitos, Napoleón viaja de incógnito, como uno más, bajo el falso nombre de Eugène Lenormand. Un imprevisto lo lleva a Amberes. Y desde allí emprende viaje a París, donde pretende recuperar el trono. Se ve obligado a visitar Waterloo como un turista; lo llevan a ver la habitación donde pasó la última noche antes de la batalla; se ve forzado a contemplar no los escenarios donde se gestaron sus heroicas hazañas, sino el de su más terrible derrota. Y en este viaje involuntario, el protagonista se enfrenta a un paisaje donde ahora solo acierta a ver impostura y desolación. Un falso mutilado de guerra que se gana la vida enseñando Waterloo a los turistas miente cuando pregona que participó en aquella batalla pero se carga de razón cuando describe los estragos de la guerra y la violencia de Napoleón: «Dicho sea entre nosotros, Napoleón era un vampiro, se sostenía gracias a nuestra sangre. Hubiera tenido que verle por las noches después de una batalla, los más duros veteranos de la Guardia lloraban de agotamiento, mientras él paseaba entre nosotros, fresco como una rosa, miraba a los heridos y a los muertos y chapoteaba en la sangre: era allí de donde absorbía su energía» (págs. 44-45). Cuando, al fin, aquel anónimo Napoleón logra llegar a París, la muerte del impostor que ocupó su sitio en Santa Elena lo convierte en un hombre sin identidad: decir ahora que es quien es no lo llevaría al frente de un ejército sino al manicomio donde otros como él pasean enajenados pregonando ser Napoleón. El personaje no puede desvelar su verdadera identidad sin que lo tomen por loco. Ante esta situación kafkiana, se ve abocado a sobrevivir aplicando su inteligencia militar en quehaceres más mundanos. Y al mismo tiempo parece que es ese mundo corriente y hasta vulgar en que ahora vive el que no deja de empujar a Eugène, una y otra vez, hacia la fantasía grandiosa del Imperio napoleónico. El hombre se enfrenta a su mito, a su locura y a la enfermedad. En este nuevo escenario de inesperadas batallas de la vida, Eugène encuentra el amor de una mujer, un amor sincero y sencillo que convierte a ambos en personajes difuminados pero iluminados, sin nombre pero paradigmáticos, ya no soberbios, sino frágiles, seres humanos que ansían la felicidad: «un camino ordinario quizá, pero que finalmente podía conducirla hacia algo que se pareciera a la felicidad» (pág. 114). El último capítulo es el sensacional colofón de una exquisita novela donde la ficción y la realidad se dan la mano: el amor vence a la arrogancia y la vida da lecciones de humildad al mismísimo Napoleón.

‘La muerte de Napoleón’. Autor: Simon Leys. Edita: Cuadernos del Acantilado. Barcelona, 2018.