Descubrí otro cine en sus películas, las de esta directora-escritora japonesa empeñada en reflejar la mínima realidad y dejar memoria de ella.

Es una-otra épica de lo cotidiano, que ella canta y cuenta en una suerte de lírica poético-plástica. Películas a medias entre el documental y la ficción, pero siempre desde las entrañas del dolor. La naturaleza y sus pequeñísimos milagros, el secreto de las cocinas, la incomunicación, el amor y el duelo.

Prestar atención al viento, a la flor que se abre, al chisporrotear de la salsa en una cacerola, a la vida que bulle en cada amanecer, a la soledad del cuerpo que no sabe trasmitir su ternura: Todo eso capta y nos revela la cámara.

Una pastelería en Tokio, Shara, Aguas tranquilas, Moe no suzaku ... son algunas de sus películas, que tratan de detener el tiempo, como en las fotografías. Y los diálogos... ¡Ah! Hablar casi no es necesario.