Se reedita una de esas novelas que marcarían la trayectoria literaria de un autor, trayectoria que por desgracia no tendría el éxito de su primera obra. Pero, qué duda cabe, que en su momento, Fin sería una historia fascinante y perturbadora (los adjetivos no son casuales) en la que nada es lo que parece desde el principio. Nueve amigos, que veinticinco años atrás se reunieron un fin de semana en un refugio de montaña para pasar un fin de semana, decidieron entonces a modo de juramento de sangre repetir la experiencia veinticinco años después. Hasta ahí, todo se conduce dentro de unos parámetros de normalidad. ¿Quién no ha hecho algo parecido en su juventud? Pero lo que se prometía como un feliz reencuentro, y merced a un acontecimiento inexplicable externo, el refugio los transformará a medida que pasan las horas y les irá sacando lo mejor y lo peor de sí mismos hasta que la convivencia se convierta en insoportable. David Monteagudo supo jugar perfectamente con los personajes, con su psicología, ya que se trata de una novela de personajes, pero también supo tratar las situaciones. Quiero decir.

El lector se ve involucrado de tal manera en la historia que se convierte en parte activa de cuanto le sucede al grupo, quizás por esa permanente utilización del narrador omnisciente que todo lo ve y todo lo sabe, que todo lo controla desde el exterior. Los acontecimientos se suceden a velocidad de vértigo hasta un inesperado desenlace con el que nadie contaba: actores del libro, lectores, incluso me atrevería a decir que el propio autor. De ahí posiblemente surge que Fin se la haya comparado con La carretera, de Cormac McCarthy.

Y es que Fin es una novela asfixiante de principio a fin (nunca mejor dicho), pero es también una novela trampa. Es una novela trampa porque el autor pretende engañarnos y llevarnos por un camino cuando en realidad hay un atajo mucho más sencillo, aunque mucho más cruel e inhumano, quizás más inverosímil, pero también más fantástico, perturbador y perfectamente real en el mundo en el que vivimos.

No se lo voy a contar, hacerlo sería destripar la novela. A buen seguro que ahora en esta nueva vida tendrá un buen número de nuevos lectores, y eso no sería bueno para ella y para ustedes.

Dice Jordi Évole en el prólogo de José Mujica en sus palabras, que «a veces los libros de historia no hacen justicia, porque son generosos con la descripción de los períodos históricos, pero míseros con los detalles». Este libro, en el que a partir de sus pensamientos e ideas, se intenta recopilar la trayectoria vital de uno de los presidentes que más han influido en el devenir popular de una nación, de un continente, vendría a suplir con creces la carencia suscitada al comienzo. No en vano estamos hablando de José Múgica, el hombre, el político, el presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, que tantas ideas y lecciones inolvidables legara al mundo.

Generoso como pocos, es José Mujica en sus palabras un libro inevitable de cabecera o mesilla de noche, de esos que te reconfortan con una clase social, la política, demasiado denostada por los populismos y la escasez de compromiso social, en unos tiempos en los que parece ganar terreno al mundo nuevamente la extrema derecha. Inevitable lectura para todos.