Almudena Grandes prosigue con La madre de Frankenstein su camino por la posguerra española en ese periplo por el pasado que le ha llevado a novelas de gran calado y de gran éxito de público. Ahora se adentra en la historia de Germán Velázquez, que vuelve a España para trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos.

Germán salió al exilio en 1939 y se fue a Suiza, donde vivió quince años, acogido por la familia del doctor Goldstein. Germán conoce a Aurora Carballeira, la madre que mató a su hija Hildegart, la cual era una joven muy prometedora por su postura ideológica a favor de los derechos de la mujer. En este encuentro, Germán y Aurora se ven como seres que entienden la vida desde dos prismas diferentes. Germán quiere curar la locura de un mundo que se deshace. Aurora es una mujer culta pero trastornada, que ya no sabe diferenciar la realidad de la ficción.

Con estos mimbres, Almudena Grandes sabe componer un fresco que va llegando al lector a través de los diálogos de los personajes o en monólogos como los que lleva a cabo Aurora, en ese mundo paralelo donde se cree importante para Germán: «Él todavía no lo sabe, claro, y por eso tontea con la otra, aunque solo le sonríe, no la toca, que me he fijado muy bien en todo, pues buena soy yo para pasar algo por alto».

Incluso, llega a decir Aurora en su locura: «Y luego, cuando Germán haya cumplido su misión, podré modificar al fin el destino de la Humanidad, que es para lo que he nacido yo, para fundar una nueva sociedad».

Los celos de Aurora se dirigen a María, una auxiliar de enfermería que conoce a Germán en el sanatorio y que se convierte en rival de Aurora cuando ve que este se fija en ella.

Más allá de todo esto, que puede parecer circunstancial aunque sustenta la novela, lo que más me interesa del libro es la radiografía que se hace de una época, esa sociedad que desprecia la cultura porque no sirve para nada, la falta de cultura de María, porque los abuelos consideraban que no servía para nada leer: «Mis abuelos no quisieron ni oír hablar de llevarme a la escuela del pueblo. Allí solo iban a enseñarme tonterías que no me iban a servir de nada,...».

Está claro que aquel tiempo solo contribuía a fomentar la ignorancia, la incultura. En los personajes que va desarrollando Almudena Grandes vemos los anhelos, las quimeras, todo vive y respira en ellos porque saben que siempre hay un vacío en cada uno de nosotros, algo que no hemos llegado a ser. También es importante el respeto de la novelista a los personajes: los hace hablar, los escuchamos, todos tienen su sombra y su luz, ninguno está estereotipado, sino que profundiza en ellos para que cobren vida y sean verdaderos.

El recuerdo de Suiza para Germán es importante. Hablan en la novela los exiliados porque muchos perdieron su paisaje tras acabar la Guerra Civil.

Muchos personajes son importantes en este mosaico que es la novela, como Willi Goldstein, porque dentro del contexto histórico viven perdedores que tuvieron todo y al final todo lo perdieron. Da la sensación que la narradora coloca a los personajes para que ellos hablen, se sinceren, nos muestren todo lo perdido, el potencial que tenían y que el tiempo se ha llevado.

Da un paso más Almudena Grandes en este fresco narrativo, porque compone un tapiz donde todos van tejiendo el telar de la imaginación, con ese hilo frágil que es el tiempo y que va dando luminosidad a las historias tristes que viven y respiran en esta excelente novela de la escritora madrileña.

‘La madre de Frankenstein’. Autora: Almudena Grandes. Editorial: Tusquets. Barcelona, 2020.