Más de treinta títulos y numerosos premios jalonan la carrera literaria de José María Latorre, crítico cinematográfico, autor de guiones para cine y televisión y, lo que más me interesa en esta ocasión, magnífico autor de relatos de misterio y terror. Ya he adelantado el adjetivo y me corresponde justificarlo con argumentos. En 2006 publicó en Valdemar La noche de Cagliostro y otros relatos de terror . El primer cuento tiene como protagonista al ocultista veneciano.

La misma editorial Valdemar ha publicado en su prestigiosa colección El Club Diógenes una veintena de historias con el título Música muerta y otros relatos . Los he leído con gran placer y comparto plenamente la cita de Arthur Machen con la que se abre el volumen: "Lo que vemos y lo que oímos es solo una mínima parte de lo que existe". Otros mundos coexisten con este que sentimos o queremos sentir sólido y seguro, vana esperanza, todo es niebla y sombra.

Una palabra que pone los vellos de punta a muchos, y no precisamente de miedo, es la palabra clásico. El adjetivo se relaciona con lo pasado de moda, con lo caduco, con ciertas formas agotadas. Todavía estamos presos de ese espejismo que llamamos originalidad y diferencia. Hay que ser distinto cueste lo que cueste. Por poner un ejemplo, llevamos más de ochenta años repitiendo formas de las vanguardias históricas y creyendo que estas obras son muy originales.

Para el que esto escribe no se trata de una cuestión de etiquetas y de oposición de conceptos. Lo original frente a lo clásico y viceversa sólo tiene valor en la escritura concreta en cada caso. Un texto es original porque aporta matices a los modelos consagrados o rompe absolutamente con esos modelos. Hay escritores, caso de Latorre, que eligen un camino difícil, el primero que he planteado. Bucear en lo clásico es un riesgo y el autor obtiene unos resultados más que notables.

¿Dónde radica el placer que producen estos cuentos? No es fácil responder. Las estructuras de la mayoría de las historias son tradicionales y reconocibles por el lector amante del género pero en el final o en el transcurso de los hechos se produce un cambio, una novedad que te hace sonreír de placer, de puro placer literario y que también te acongoja y te estremece. Latorre lo ha conseguido con un estilo sobrio, exacto, con una prosa excelente. El autor construye con materiales de la mejor tradición. Posee gran capacidad para crear atmósferas obsesivas. Un caso es El depósito de agua , uno de los mejore cuentos que he leído en mucho tiempo.

El hambre es terrible pero la sed es mucho peor. La sequedad ocupa todo el espacio narrativo. Calor y más calor. Marcos cuida a su hermano que está inmóvil; junto al calor, la soledad. Viven en una casa alejada del pueblo y tiene roto el todoterreno, aislamiento. La repetición de palabras de estos campos de significado va envolviendo al lector, esto se llama buen estilo, buena prosa.

Marcos ha buscado la soledad para escribir una novela. El agua del grifo no tiene presión y su aspecto no es agradable: "le hizo pensar en un líquido segregado por gusanos que no hubieran visto nunca la luz". El sabor era muy malo, "como a descomposición animal". De todas las posibilidades, el universo de la putrefacción será el elegido para desarrollarse a lo largo de la historia. Aumenta la sed, sale al porche. "Daba La sensación de que el aire estaba formado por polvo. El sol creaba reverberaciones". Otro elemento que se une a la situación es la abundancia de pájaros. Todo se resume en otra palabra clave: angustia.

Fuera, en lo alto, hay un depósito de agua. Asciende por la estrecha escalera para confirmar una sospecha; en efecto, queda muy poca agua y el olor es pútrido, cadáveres de pájaros flotan sobre la superficie. No seguiré para no hacer lo que muchos críticos desalmados, reventar la historia.

Otra característica es la elegancia y sutileza, la graduación de la intensidad y de los efectos. En Resurgam vuelve un tema felizmente recurrente, el vampiro. El amor es un destino fatal, es la enfermedad de los tratados medievales, se va destilando en las páginas aromadas de cruel sutileza. El deseo es insoportable, el peligro no es nada. Pasan los años y el amor da sorpresas, el abismo de la eternidad.

Puedo ir cuento por cuento pero no tengo espacio. Sally es perseguida por Gerald Woods: "su rostro, levemente hinchado, le hacía pensar en un gusano, un gusano de tamaño humano". El tiempo no es lineal. Léase.