Marian Izaguirre nace Bilbao y reside entre Madrid y Barcelona. La vida elíptica, su primera novela (Premio Sésamo) aparece en 1991. Desde entonces ha publicado Para toda la vida (1991); El ópalo y la serpiente (1996), Premio de Andalucía de Novela; La Bolivia (2003), Premio Salvador García Aguilar y La parte de los ángeles (2011), LVII Premio Ateneo-Ciudad de Valladolid. Es autora de la colección relatos La reina de Chipre (2015), Premio Caja España. En 2013, Lumen la consideró una narradora de amplia proyección y publicó La vida cuando era nuestra, traducida a diez lenguas y una buena acogida de público y crítica, a la que han seguido Los pasos que nos separan (2015), la edición revisada de El león dormido (2015), IX Premio de Novela Ciudad de Salamanca en 2005, y Cuando aparecen los hombres (2017). Su última novela, Después de muchos inviernos (2019), recorre tres décadas y Madrid se convierte en el eje principal de las idas y venidas de los protagonistas; un Madrid deslumbrado por el ambiente nocturno y las estrellas del celuloide, pero también por los círculos literarios, la expansión de la ciudad y la emancipación femenina.

-¿Somos capaces de inventarnos un pasado para ser, quizá, más felices?

-No sé si somos presente y nos fabricamos pasados para estar de acuerdo con nuestra vida o si somos, sobre todo, pasado. Creo que la respuesta no es solo una, como los hechos de esta novela, y tiene mucho que ver con el tipo de persona en la que nos hayamos convertido. A mayor conciencia del yo, a mayor indagación, más posibilidades hay de que el pasado emerja y colonice espacios presentes.

-Una vez que ha sido capaz de montar toda una historia en su cabeza, ¿cómo es su proceso creativo?

-El proceso de escritura es lo más fascinante de esta profesión nuestra. Ahí crecemos, experimentamos, ponemos en palabras nuestros más íntimos sentimientos, desbrozamos lo confuso, encendemos la luz. La escritura es mi gran aventura.

-Como en sus novelas anteriores, intuimos que, ‘Después de tantos inviernos’ (Lumen, 2019), ¿exige un minucioso proceso de documentación para escribir esta historia?

-Siempre. Yo suelo decir que le doy a cada una de mis novelas algo de mí, pero quiero que la novela me de algo también, quiero aprender cosas que no sabía, buscar, investigar, componer el puzzle... Es una tarea de peso absolutamente gratificante.

-¿La década de los 60 y su aperturismo comprometían a los jóvenes de entonces?

-Somos hijos de nuestra época, de aquello que hemos visto mientras crecíamos. Los setenta son en esta novela un punto de inflexión, de eclosión de las libertades y afecta a Henar y también a Martín, los personajes de la historia. Los sesenta todavía eran oscuros, con barreras como la censura o el papel subordinado de la mujer, por hablar de dos de las cosas que afectaban a los protagonistas.

-Henar y Martín, protagonistas de ‘Después de tantos inviernos’, ¿qué deben aprender cuando siendo muy jóvenes rompen con una sociedad clasista y represiva?

-A crecer, a vivir según su criterio, a pelear por lo que quieren. Y eso, Henar lo hace mejor que Martín, con un sobrecoste que es el que tenían las mujeres de la época si querían volar por su cuenta.

-¿Por qué retratar el glamour madrileño y norteamericano del momento? ¿Pura ficción o necesidad de proyectar las ambiciones humanas de entonces?

-Me gustaba el contraste del momento histórico, ese Madrid humilde de la gente trabajadora que todavía ocupaba el centro de las ciudades, el Madrid de la corrala a la que van a parar Henar y Martín cuando huyen de Bilbao. Y por otro lado, el Madrid que fascinaba a ciertos actores de Hollywood, el de las fiestas interminables y las recepciones, el de la gente que vivía en el lujo y en la libertad de la noche. Ese mundo era solo para los privilegiados. Henar es sobrina de una famosa actriz de cine y teatro, y Martín y ella pasan de vivir en la corrala a vivir en una lujosa casa del barrio de Salamanca participando de esa vida acomodada y banal.

-Los caminos de Henar y Martín se separan, ¿es una consecuencia más de su propio proceso de aprendizaje y maduración?

-Crecieron en direcciones divergentes. No fueron a la vez.

-Moda, literatura, cine, vida social, distintas visiones de la cultura, ¿ingredientes para dejar constancia de la soledad de ambos jóvenes?

-La moda no es solo moda, pronto se convierte para Henar en un proceso más ambicioso que la lleva a diseñar el vestuario de varias películas en Hollywood. Martín quería ser escritor y cuando fracasa, se convierte en editor. Es un efecto de logros a la inversa, una consigue más de lo que había soñado y el otro se acomoda como puede al fracaso de sus primeras aspiraciones.

-Ese sentimiento de culpa compartida planea sobre toda la historia, ¿debe ser el lector quien tome partido por uno u otro protagonista en cada momento?

-Claro. La novela está hecha con piezas discontinuas, tanto en el tiempo de la narración como en las voces que nos la cuentan. Martín cuenta la historia, su historia, y cuando creíamos que ya sabíamos la verdad, aparece Henar y añade u oculta cosas que nos dan una visión distinta de lo sucedido. Eso hace que yo como autora, y el lector también, vayamos dando bandazos en busca de la verdad. Y la verdad es doble, según quién la cuente.

-La ambientación en Creta, ¿forma parte de ese proceso de vuelta al origen liberador que experimenta Henar?

-Creta es un escenario para la vida en libertad. Es la renuncia paulatina y el deseo de no volver a Madrid. Es la nueva vida que se construye Henar.

-¿El lector debe percibir que está leyendo una auténtica historia de amor?

-Quizá es una historia de amor, sí, con ese flujo de amor que persiste en el desamor, en los vínculos que quedan después de la ruptura.

-El amor de Henar y Martín ¿es una consecuencia de los cambios que experimentó la España en los 70?

-Están inmersos en su tiempo, desde luego. Yo intento cuidar mucho la ambientación de época, los detalles son tan importantes en mis novelas como la dirección artística en el cine. Esta es una novela que trata del mundo del cine, había que generar recursos visuales: la ropa, los objetos, la música, los hitos sociales reconocibles.

-La idea de que el lector encuentre un crimen en las primeras páginas se debe a que la historia a contar será completamente diferente.

-Ese es el motivo por el cual cada uno nos intentará contar las cosas a su modo, el leif motiv que suscita las dos interpretaciones de los hechos. A veces, incluso, con sus dosis de imaginación para que les cuadre.

-Martín, como editor, reivindica el feminismo en la literatura de los 70, ¿se trata de una constatación de época o su modesta aportación a la causa?

-Estamos a mediados de los 60 cuando Martín descubre a Cortázar y a Sábato, a Julio Ramón Ribeyro, y quiere publicarlos. Su jefe le dice que se comerá la edición entera y pocos años más tarde se produce lo que ya conocemos como boom latinoamericano. Cuando intenta, sin éxito, crear un sello de mujeres con las que ahora son las grandes autoras de nuestra historia: Carmen Martín Gaite, Gloria Fuertes, Ana María Matute... También fracasa. Eso nos da una idea de la cerrazón de la época, del aislacionismo.

-Existe, según parece, un equilibrio de protagonismo en sus dos personajes, ¿es así? ¿Con quién se siente más identificada?

-Los dos se llevan bastante de mí, pero por muchos motivos con la rebeldía, el arrojo y la fuerza de carácter de Henar. Con sus ojos siempre abiertos.