Dudo sí sé quién soy o si todo es luz. Digamos que han sido los argumentos o motivos de pensamiento más recalcitrantes durante todas las pasadas fiestas. ¿Quién soy en realidad? ¿Todo es luz? Uno puede responder a cualquier pregunta, uno puede no responder y pensar. También se puede limitar a seguir argumentando la lista de libros recomendados del pasado año. A fin de cuentas, en las pasadas fiestas, los medios aprovechan para hacer «su lista», entre comillas, que es la lista de todos, de todos los medios.

¡Qué triste es nuestro país! Nos limitamos a copiar, a seleccionar títulos como quien resuelve un jeroglífico, nos conformamos con tan poco que en todos los medios figura la misma lista de libros recomendados, sin argumentar más allá de sus grandezas. ¿Cuándo llegará el momento de elaborar una lista con los títulos no recomendados por nadie? O mejor, ¿cuándo nos atreveremos a decir que tal libro no hay que leerlo por eso y por aquello? Pero seguimos igual que todos los años, con pandemia o sin ella, los libros del año figuran en todas las listas. Usted dirá que es así por merecimiento propio, pero le indico que si algún crítico ha leído algún libro de esos que aparecen, el ser en cuestión deja de ser crítico y se convierte en realidad, realidad verdadera.

A las listas de recomendaciones hay que hacerles el mismo caso que a la veracidad, o ahora, hay que prestarles tanta atención como a la ausencia de libertad de expresión, algo que está en entredicho. Una verdad siempre es argumento, dos verdades, se convierten en sistema. Y más de dos verdades pasan a ser falsedades, como las listas de libros recomendados. Siga leyendo a los clásicos, es lo que hay que hacer, a lo de ahora, préstele tan solo la atención que merece una lista, y son listas sin luz, listas falsas, listas que nunca, y digo nunca sin saber quién soy, salen del corazón.