‘La distancia’. Autor: Pablo Aranda. Editorial: Malpaso. Barcelona, 2018.

El amor y la narrativa criminal se dan la mano en una nueva entrega de Pablo Aranda en La distancia. Desde 2003 con La otra ciudad, Pablo Aranda se ha ido haciendo un nombre en la literatura española gracias a lo que yo llamaba en un estudio «la narrativa del naufragio y la esperanza». En esta se hallaban presentes siempre protagonistas de historias en el ámbito de la frustración, en algunos casos muy cercanos a la marginación malagueña con el subsuelo de la inmigración, enfrentados a un destino aciago que siempre está dispuesto a jugarles una mala pasada; o mujeres como Elena, la protagonista de su novela Ucrania, preparada y con una formación intelectual, que sirve de germen a una historia personal a partir del momento en que llega a Málaga para trabajar como una de tantas inmigrantes en el servicio doméstico. En La distancia existe esa conexión con el ámbito marroquí de nuevo, y podríamos decir que su historia entre Málaga-Granada-Norte de Marruecos promueve una literatura de frontera al mismo tiempo que una narrativa de encuentros/desencuentros entre dos modos de percibir el mundo y cómo las tradiciones pueden impedir el entrar en la modernidad o en ser dueños de nuestra propia libertad. Es un mundo que no le resulta ajeno a Pablo Aranda, que fue profesor en la universidad de Orán y conoce bien Marruecos por sus viajes y cercanía. La distancia se mueve, como sus obras anteriores, en el ámbito de la ciudad y en espacios conocidos y cercanos en los que el novelista se encuentra especialmente a gusto. Aunque la intriga tiene todos los ingredientes de una novela de corte criminal con sus momentos de tensión y muerte, con la creación de expectativas y el papel de los servicios secretos en el norte de Marruecos. Una intriga bien conducida que, sin embargo, no es el objetivo de la novela pues éste no es otro que los trances y dificultades que genera la búsqueda de la felicidad, como bien cita siguiendo a Joycer Carole Gates al inicio. Y desde el ámbito público, social, de la intriga novelesca criminal accedemos pronto al ámbito íntimo y personal, que es adonde le interesa llegar especialmente a Aranda en esa construcción sentimental y amorosa de los protagonistas con el fondo siempre demoledor de las tradiciones y el ansia de ser libres.

Un traductor malagueño, Emilio, que se enamoró en Granada de una joven marroquí, Tamar, con la que convive como estudiante, pierde el contacto con ella, que debe seguir la tradición familiar, perder su libertad y casarse con quien le imponen. La libertad conseguida en Granada desaparece, desconecta de ella, y, pasado un tiempo, Emilio va en su búsqueda al saber su situación al tiempo que para reconstruir su pasado cercenado. En ese recorrido, donde el amor construye su propio camino, habrá de enfrentarse no solo a una tradición que llega desde el otro país, sino a un infierno social, encarnado por Touzit, el marido de Tamar.

El encuentro en una bar malagueño con una mujer, Marta, a la que alguien quiere quitarle el bolso, le hizo recordar a Tamar, veinte años antes y en este juego misterioso inicial de presente y pasado comenzar una novela donde el escritor nos conduce encerrándonos en pequeños círculos concéntricos entre el pasado y el presente: «En Granada. Cuando conoció a Tamar. Cuando Marta, como ahora, dejó de existir. Tamar. Él le había pedido a Marta que no saliera. Tamar a él que no se vieran más». Es una condición del pasado que crea la novela y una revisión de ésta en el presente. Al unísono va surgiendo la trama criminal y la aparición de El Coronel y el papel de los servicios secretos en el norte de Marruecos con una misión para Emilio donde el tráfico de drogas tiene su papel y las traiciones tanto como el asesinato de Touzit. ¿Un sueño o una realidad? Como dice en la obra «la vida es como un juego: juegas y tienes que aceptar el resultado de la partida». La novela es esta partida pero también la reconstrucción de una historia sentimental entre Emilio y Tamar, una historia donde está presente la fidelidad amorosa y la antítesis de una tradición que lucha por imponerse contra la modernidad. A medida que avanza la trama sabemos que las dos hijas que tiene Tamar pueden ser de Emilio, ella juega a que lo sean para atraer hacia sí a Emilio, aunque es muy consciente de que no podrá separarse nunca de su marido Touzit, la tradición lo impide, y si acaso esto podría acabar con su muerte. Emilio es un personaje convencido de su destino, a pesar de que pueda ser una víctima de esta senda. También Tamar es víctima de su propio destino, de su propio territorio; sin embargo, a pesar de los sacrificios y las muertes habrá una victoria final, como decíamos al principio. Si las novelas de Pablo Aranda concitan esa historia de naufragios nunca es ajeno finalmente a la esperanza.