La buena literatura con frecuencia aborda escenarios y acciones que son verdaderas lecciones de economía respecto a las que algunos lectores no prestan atención. Se puede aprender mucho de empresa, economía o finanzas leyendo literatura, novelas históricas y, aunque parezca extraño, poesía. En narrativas, inesperadamente, afloran situaciones en las que están presentes y son relevantes aspectos económicos y empresariales. En este breve reportaje se seleccionan y sintetizan algunas de estas escenas como muestra de la tesis que se acaba de anunciar, porque la novela y la poesía son relevantes a la hora de reflexionar sobre empresa y aprender de economía.

La empresa familiar

En cuatro páginas del capítulo quinto de Cuervos sangrientos, Simon Scarrow describe los elementos esenciales de un negocio de carácter general y familiar, así como la diferencia entre hacer una oferta y apalabrar un pacto que se sella con un apretón de manos. La obra describe algunos episodios de la presencia de Roma en Britania a partir del año 51 de nuestra era, en época del emperador Claudio, padre de Nerón. El acontecimiento es la adquisición de una posada con taberna por parte de Porcia, madre del centurión Macro en Londinio (Londres). En el texto se puede contemplar un análisis de mercado con segmentación de clientes por niveles de renta y la posibilidad de expansión a través de la ampliación del número de habitaciones de la posada. También la diversificación, dado que en la parte posterior se dispone de lugar para alquilar al gremio de las prostitutas, de modo que «aquí hay mucho potencial y el precio de adquisición es muy justo».

En el episodio se pone de relieve el modo de financiar la inversión. Porcia propone al hijo, Macro, financiarlo a partes iguales, quedando ella con el 60% de los resultados para compensar su labor de gerencia con diez puntos que no recibirá el hijo, quien solo percibiría el 40% de los resultados, hoy en forma de dividendos.

Cato, amigo de Macro, que atiende al debate, quedó «un tanto impresionado por el buen sentido comercial de Porcia y su actitud implacable para salirse con la suya». Es decir, resaltó la voluntad y perseverancia del buen emprendedor.

El razonamiento económico no fue suficiente a Macro para invertir en el negocio materno. Porcia apeló a los sentimientos materno filiales para doblegar a Macro y conseguir de él la mitad de la financiación: 5.000 dinarios, la soldada de varios años.

En el relato aparecen los banqueros como «unos parásitos corruptos». Esa fue la razón por la que Macro cambió su plata por monedas de oro para «hacer más portátil su fortuna y llevarla siempre consigo». Ese era su pequeño secreto que Porcia, su madre, conocía.

El negocio es típicamente familiar, Porcia empresaria y financiadora, gerente y administradora. Total control. Macro, su hijo, soldado centurión, fue sencillamente financiador del negocio familiar. El perfil del emprendedor es el de todo «pequeño empresario, experto en amañar cuentas como (en este caso), en cocinar comidas baratas para sus clientes». La posibilidad de perder y ganar está presente y Macro asevera que «si su madre lo hacía bien, obtendría un buen beneficio de su inversión».

Abuelo banquero, nieto pordiosero

Este es un jocoso y dramático argumento que considera que la mejor manera de terminar esta vida con un pequeño patrimonio es haberla comenzado con uno grande. Para explicar este proceso, de modo detallado, acudo al poema de Anne Sexton, nacida en 1928 en Newton (Massachusetts), que vivió en barrios ricos de Boston e hizo poema «la herencia de la propia insuficiencia con que su madre dotó a sus sucesoras». La poesía, con algunas eliminaciones, dice así: «Pastel de embudo. La historia de la familia habla de mi bisabuelo, que engendró ocho hijos geniales y compró doce magníficos pianos casi nuevos. Dejó un patrimonio considerable cuando murió. He venido, de vuelta, a un bisabuelo, muerto, para arreglar su panteón y tocar un sonido fantasma donde yace despierto. Construyó siete casas como arcas. Se alquilan baratas en el aire enmohecido del verano para familias con playeras que pisan silenciosas. De vuelta a este bisabuelo he venido a descifrar una lápida, inclinada todavía en su recuerdo, para cuestionar esta mengua y a un mínimo alimentar de niños con su cariñosa porción de pastel aburguesado». Anne comprobó en el testamento del padre que el capital que esperaba del fabricante de lanas se había gastado en una vida extravagante y, años antes, solo heredó de su madre el anillo de platino que hizo adaptar a su dedo, y que jamás se lo quitó. Su gran herencia fueron los recuerdos del bisabuelo y las heridas del alma dolorosas e inagotables.

Esta lectura me permite abordar ante familias empresarias la estrategia para conservar el patrimonio ganado con tan grande esfuerzo. No es nada malo acudir a Ann, Premio Pulitzer de 1967, para que se animen a leer poesía quienes estudian sobre la empresa familiar.

Mercado libre frente a estatalismo

Adam Smith escribió en 1776 en su libro La Riqueza de las Naciones lo mismo que el prusiano Enmanuel Kant en 1797, veinte años más tarde, en su Metafísica de las Costumbres. Kant lo denominó imperativo categórico. Bajo la fórmula «No engañemos a los demás» defendió la necesaria confianza en el mundo de los negocios. Adam Smith nos hizo ver que dependíamos del carnicero, quien a su vez debe ser amable con nosotros y vendernos sus piezas a precio razonable, pero no por economía de donación, sino porque ese comportamiento es bueno para el carnicero en un mercado con otros carniceros.

El filósofo Nigel Warburton explica a Kant, en su capítulo «¿Y si todo el mundo lo hiciera?», del que selecciono para mis alumnos el siguiente texto: «Imagina que tienes una frontera. Eres educado con los clientes y les das el cambio correcto. Puede que lo hagas porque pienses que es bueno para el negocio y que, así, es más probable que la gente vuelva a gastar dinero en tu frontera. Si esa es la única razón por la que das el cambio correcto, lo estás utilizando para obtener lo que quieres. Pero, si todo el mundo engañara, la confianza desaparecería. Si todo el mundo hiciera promesas falsas las promesas perderían todo su valor».

Las lecturas de Adam Smith, Enmanuel Kant y las sencillas de Nigel Warburton, tan distantes entre sí en el tiempo, deberían ser leídas por empresarios y estudiantes de dirección y administración de empresas y glosarlas para que en sus corazones quedaran impresas.

Al este del Edén

Sería impensable que John Steinbeck, al escribir en 1952 Al este del Edén, dedicara un relato familiar que plantea un conflicto entre padre e hijo por razón de un contrato de futuros de haba de soja. El economista lector o el empresario observador concluirá que la narrativa está explicando la naturaleza del mercado de futuros que opera en la bolsa de Chicago y que el padre, Adam, consideraba inmoral en tanto que el hijo creía ortodoxo cuanto había realizado.

La escena transcurría en casa de la familia de Adam en el día de Acción de Gracias, donde se habían reunido todos para celebrarlo. Cal había cerrado un contrato de venta de futuros de haba de soja, cuyo precio se había disparado como respuesta a la incertidumbre que había generado en los agricultores la declaración de la primera guerra mundial. Cal obsequió a su padre con el regalo del contrato, anticipándose así a la Navidad, pero el padre lo rechazó porque creía que estaba robando a la sociedad, en tanto estaba movilizando a jóvenes para enviarlos al frente de guerra en Francia. Ordenó a su hijo devolver el dinero y Cal le argumentó que no sabía a quién, dado el funcionamiento automático e impersonal de algunos mercados, como era el caso de la bolsa de Chicago en el corro de la soja. Su hijo había comprado la soja en el mercado y al vencimiento y entrega había multiplicado su valor, pero el padre rechazó el regalo al preferir una vida más honesta que la que le ofrecía su hijo en ese regalo.

Adam y Cal son dos preclaras personalidades que entendían el mercado de modo diferente. Adam prefería que el mercado funcionara como un mercadillo en el que se compran y se venden habas de soja. Cal prefería un mercado de futuros en el que quienes intervienen intercambian promesas de compra y venta de bushels de habas de soja.

Los dos son personalidades que operan en su propio interés, pero con diferentes concepciones de las coberturas de riesgo. Quizás Adam era un filósofo y Cal un poeta o todo lo contrario. De lo que estoy seguro es de que eran dos personalidades muy diferentes operando en el mismo mercado del haba de soja.

Hoy día, hasta el mercado de futbolistas funciona como un mercado de futuros con sus coberturas correspondientes, pero muchos de los que van al fútbol y comentan los fichajes no lo entienden y, sin embargo, gracias a ese mercado, los aficionados disfrutan del espectáculo.

La racionalidad del jurista-poeta

Curiosamente, uno de los capítulos más densos de «Retrato de un artista» está dedicado por Jaime Gil de Biedma al informe que emitió, junto a sus vivencias y andanzas, sobre la administración de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, fundada en 1881 por el primer marqués de Comillas. Recomiendo leer este capítulo incluido en sus Diarios a empresarios, directores de empresas y alumnos de la licenciatura en Dirección y Administración de Empresas porque relata un análisis detallado y crítico sobre esta empresa, cuya matriz estaba en Barcelona. Es material de excelencia para una clase de máster en estrategia empresarial porque propone una mezcla de estrategias que van desde una política de retirada, a otra de transformación de actividades. De sus páginas fluyen las debilidades y fortalezas de la Compañía General de Tabacos, así como las amenazas que se ciernen y las oportunidades que se abren en el horizonte. Mucho antes de que apareciera la matriz DAFO (debilidades, amenazas, fortalezas, oportunidades), ya en 1956 avanza en su análisis unas conclusiones que se asemejan al método citado. Plantilla envejecida, ausencia de criterio para seleccionar el personal, rígido sistema de retribución, centralización excesiva, estilo militar de dirección, desconexión interdepartamental y aislamiento financiero y comercial del nacionalismo político filipino.

Escribe con la sensibilidad del poeta que define el valle del Cagayán como «una Pompeya de la época española, igual de minuciosamente conservada, igual de muerta, país de una belleza vasta y despoblada que se le mete a uno por los ojos en un instante», quizás haciendo referencia a nuestra presencia en Pompeya en el reinado de Carlos III. Y también diseca con precisión de cirujano y, de modo sistemático, la organización y su futuro.

Su autocrítica es autodesprecio porque asevera que ese informe «huele, además, a universitario, una arma poco apreciada en los despachos de Barcelona» y, al mismo tiempo, es crítica para quienes están dirigiendo la empresa desde Barcelona.

La poesía

Se puede leer poesía y encontrar emociones que palpitan en lechos empresariales y económicos. Pasar páginas de una novela y topar con un excelente relato de una estrategia empresarial determinada. Abordar una obra de teatro o una novela ejemplar y detectar la inteligencia y el engaño en cualquier patio de Monipodio para obtener ventajas económicas, como sucede en los primeros capítulos de la última novela de Ken Follet, Una columna de fuego, de Plaza y Janes. Acudan a la literatura para aprender economía.