Aparentemente, nada más alejado del éxito y del best seller que una novela de género epistolar como la que nos ocupa, si de novela podemos hablar, algo sobre lo que muchos críticos no se ponen de acuerdo. Pero la especial relación epistolar establecida entre la autora neoyorquina (de adopción) Helene Hanff, y el encargado de la librería londinense sita en el 84 de Charing Cross Road, Frank Doel, fue objeto no sólo de la obra de título precisamente 84, Charing Cross Road, sino de que se convirtiera en un libro de culto a ambos lados del Atlántico, y de que mereciera una adaptación cinematográfica con Anne Bancroft y Anthony Hopkins como actores principales.

El 5 de octubre de 1949, Helene Hanff, escritora de guiones para televisión, inicia con un primer pedido tan peculiar relación y con ella engrandece el valor de la amistad. Maniática y extravagante a partes iguales, no duda en tratar a Frank Doel como un familiar más, exigiéndole cuando era preciso y riñéndole en ocasiones ante el retraso de la entrega de las peticiones de libros que le hacía.

Lo cierto es que son varias las lecturas que se pueden y se deben hacer de una de las relaciones humanas más conmovedoras de cuantas se hayan escrito, pero sin perder de vista el carácter humano de la obra, conviene llamar la atención sobre su valor histórico. Porque de alguna forma es posible reescribir la historia de la posguerra del Viejo Continente, una posguerra de hambre y miseria en la que no se entiende que «América esté derrochando millones en reconstruir Alemania y Japón, mientras permite que Inglaterra pase hambre». (Carta del 16 de abril de 1951, pág. 45). Los anales de la literatura suelen ser caprichosos y a menudo cometer grandes injusticias. Sólo así se puede entender que obras maestras permanezcan en el ostracismo mientras otras se reeditan decenas de veces.

Pero a veces nos entrega novelas como 84, Charing Cross Road y uno redescubre el verdadero valor de la amistad entre sus páginas. Por eso se agradece esta oportuna reedición por su editorial en España.

Y ya que hablamos de librerías, ¿Qué lleva a una librera a convertirse en escritora? Emulando quizás a Diario de un librero, de Shaun Bythell, Belén Rubiano ha escrito Rialto, 11, en donde la propia autora y empresaria del libro cuenta su devenir por dicho mundo a orillas del Guadalquivir. Vivencias y memorias, anécdotas, disparatas muchas de ellas a priori, es cuando nos damos cuenta que cuando se legisla y se potencian unas materias educativas en detrimento de otras, en este caso de las humanidades, literatura, poesía, filosofía... y cuando aparecen libros como Rialto, 11, nos percatamos de lo enferma que está esta sociedad, abocada a sobrevivir entre el hedor de sus propias contradicciones.

Y es que hace tiempo que he descubierto que hay varias formas de viajar. Se puede afrontar un viaje visitando catedrales, ahondando en la cultura gastronómica y vinícola de un pueblo, y hasta es posible y saludable mimetizarse y confundirse con el nuevo hábitat, adquiriendo sus costumbres y vestimenta. Pero yo, al menos, últimamente prefiero un nuevo turismo que me lleva a visitar las librerías de viejo a la búsqueda de esos olores ancestrales y, quizás, solo quizás, de aquel ejemplar que aún me falta en la biblioteca.