Adalid de una causa que aún no ha encontrado acordadas respuestas, Juana Castro sigue requiriendo infatigable el derecho a la identidad femenina conculcada por violentas razones desde que la memoria nos alienta en el trasiego de los días. En Juana habita una naturaleza apacible que hierve insumisa bajo la presión de lo dogmático. Cuando nadie hablaba de la reivindicación de la mujer, ella esgrimía en su palabra poética lemas y lenguajes, vinculados a una concepción igualitaria de la persona, sin discriminación de sexos, abierta siempre al diálogo y portadora de una luz deslumbrante. En el teatro egabrense El Jardinito pudimos contemplar a Juana Castro en el esplendor de la edad, silente y emocionada entre las voces de los poetas y los aplausos de los presentes, acogiendo el IV Premio de Poesía Ciudad de Cabra con la moderada sabiduría de quien se sabe portadora de un sueño ya cumplido y en quien reconocemos claramente la impronta de la eternidad.