Son muy diversos los planteamientos sobre los que puede abordarse el exilio personal y literario de los españoles que, en un momento u otro de la amenaza o transcurso de la Guerra Civil, decidieron o se vieron forzados a abandonar el país en el que habían nacido y al que tantos lazos les unirán siempre. Escribió en 1939 Carlos Morla Lynch (en su voluminosa obra España sufre. Diarios de guerra en el Madrid republicano, 2008) que la gente «querría salir de España, dan pasaportes a millares (...), sale todo el que puede hacerlo. Me cuentan que Alberti, María Teresa León y Santiago Ontañón han salido ya (...)». Muy conocidos son los casos de otros escritores o intelectuales, como Antonio Machado o Concha Méndez, la mujer de Altolaguirre, que -según leemos en Concha Mendez. Poesía completa, 2008- «sale del país con su niña de un año, Isabel Paloma, para esperar en París el reencuentro con su esposo en 1939, cuando la familia -que embarca también en Burdeos- viaja a Cuba, donde residen cuatro años antes de trasladarse a México. Porque México fue reconocido lugar de salvación para muchos de los exiliados españoles, estimados en número aproximado de 25.000 llegados entre 1939 y 1942, y entre ellos están los nombres de María Zambrano, León Felipe, Luis Cernuda, Francisco Ayala, Max Aub, Juan Gil-Albert y Juan Rejano. Sin duda, la publicación más reciente para el conocimiento de este último y grandísimo poeta es el volumen de Ánfora Nova titulado Juan Rejano. Entre la nostalgia y el recuerdo (2018).

Ciñéndonos a la historia de Juan Rejano, nacido en 1903 en la cordobesa población de Puente Genil, diremos que en su juventud -en 1930 vive en Málaga pero pronto se traslada Madrid, recalando de nuevo en Málaga en 1932 y hasta 1936- había adquirido una cada vez más creciente fama de periodista, vinculándose a las dos grandes empresas periodísticas del republicanismo malagueño, Amanecer y El Popular, en el que ejerció los puestos de redactor jefe y de subdirector. Esto y el hecho de militar en el Partido Comunista de España desde la década de 1920 y de participar en Valencia, adonde se trasladó en 1938, en el II Congreso Nacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, le obligaron a decidir su salida de España en 1939, junto con muchos más que huyen de la deteriorada situación política. Para ello, tras pasar por el campo de concentración de Argèles, se dirigió a Perpignan y después a París. Finalmente, tenía entonces 36 años, embarcó en el buque a vapor Sinaya que, con 1600 personas a bordo, salió del puerto francés de Sète con destino al puerto mexicano de Veracruz, adonde llegó acompañado por otros como Benjamín Jarnés, Pedro Garfias, Adolfo Sánchez Vázquez y Manuel Andújar. La travesía duro diecinueve días, desde el 25 de mayo de 1939 al 13 de junio. Durante el transcurso de esas jornadas, Rejano se señaló como un inquieto intelectual y activista organizando allí mismo, entre las olas, el periódico del mismo nombre, Sinaia.

Por fin, en 1943 obtuvo la nacionalidad mexicana. Y con ella, y sin olvidar ni un solo momento a su lamentada España, vivió un largo exilio de 37 años al que iba a poner fin en 1976, cuando se sometió a una desafortunada operación que impidió, irremediablemente, su regreso a España.

Con datos de nuestro libro citado Juan Rejano. Tras la nostalgia y el recuerdo, podemos afirmar que Rejano -que antes de su exilio solo había dado a conocer unos pocos versos juveniles- publicó casi todos sus libros en México, con el orden y títulos que a continuación expresamos. Así, su primer libro de poesía fue Fidelidad del sueño (1943), al que siguieron El Genil y los olivos (1944), Víspera heroica. Canto a las guerrillas de España (1947), El oscuro límite (1948), Noche adentro (1949), Constelación menor (1950), Canciones de la paz (1955), La respuesta. En memoria de Antonio Machado (1956), Diario de China (escrito en 1959 pero editado mucho después, en 1991, en Málaga), Libro de los homenajes (1961), El río y la paloma (1961), El jazmín y la llama (1966), el último volumen poético individual. Aunque no citaremos las varias recopilaciones de sus poemas, sí debemos reseñar que en 1975 preparó él mismo su antología Alas de tierra (1943-1973), y que póstumamente se editaron La tarde (1976) y Elegías mexicanas (1977), asimismo publicados en México. En México, por tanto, madura la vena poética del escritor, que allí va a desarrollar esa fructífera vocación lírica sumándola a sus otras dos ocupaciones, la crítica y el periodismo, que cultiva durante una década dirigiendo la Revista Mexicana de Cultura, suplemento dominical del periódico El Nacional de México. Será, pues, en su lírica donde aflorarán las circunstancias del exilio y el dolor de sentir a España tan lejana en lo físico y sentimental y tan cercana en el recuerdo, motivos evidentes de buena parte de los poemas de Rejano, que en uno de ellos se presenta como el dolorido protagonista que echa tanto de menos sus añoradas vivencias del pasado: «Quizá tú entonces mires/con apagados ojos de nostalgia/las nuevas tardes del otoño, el oro/desleído del sol, en las acacias/frígidas sombras, y algún niño pálido/en el balcón de una desierta casa./Todo ha de parecerte triste, todo/triste será. Pero en lo más recóndito/todo ha de ser también como ayer era». Nostalgia y destierro serán las dos claves temáticas para entender al poeta, que expresa sus experiencias ligándolas muchas veces al sentimiento amoroso, como ocurre, por ejemplo, en su libro Fidelidad del sueño, que une mujer y patria en una identificación de resonancias poéticas originales. Por ello, para algunos críticos, Cantar del vencido, El Genil y los olivos y La tarde constituyen la gran trilogía del poeta, que sublima su voz con referencias amorosas de indudable calidad.

RECUERDO Y NOSTALGIA

Recuerdo y nostalgia signaron muchos de los libros de Rejano, que aunque no olvide su experiencia y simbolismo amoroso (véase El jazmín y la llama, escrito tras el fallecimiento de su compañera en el exilio, la escritora Luisa Carnés), volverá con frecuencia a esos temas dando a su poesía un fuerte tono elegíaco perceptible y claro en El Genil y los olivos, en cuyos versos, con un aire a veces popular, resuenan sus emociones infantiles y adolescentes. La nostalgia es asimismo asunto que reverdece en su último poemario La tarde, con una referencia lírica tan impactante como esta: «Pasa, pues: aquí tienes/la morada de un hombre que aún busca su morada». Y no olvidemos, para concluir, el peso que las preocupaciones sociales y políticas tiene en ciertos poemas que evidencian momentos o personajes históricos de su experiencia vital: como ejemplo, entre otros, su Oda Española dedicada a Dolores Ibarruri.

Juan Rejano vivió un exilio activo que desembocó en numerosas actividades culturales e intelectuales, de lo que sin duda da fe su amplia correspondencia tanto de carácter literario como no literario, activismo intelectual que le llevó a escribir además otros libros en prosa como el titulado La esfinge mestiza. Crónica menor de México (1945), obra que su editor en facsímil (Diputación de Córdoba, 2000) Alberto Enríquez Perea ha considerado como «uno de los pocos libros que escribieron los exiliados españoles sobre México». Por añadidura, la prosa diarística de Rejano puede ser estudiada en su titulado Diario de China, al que se acerca en una primera pero profunda aproximación José María Balcells en el volumen citado de 2018 Juan Rejano. Tras la nostalgia y el recuerdo. En México su labor cultural fue incesante. Fundó, entre otras, Romance -una de las grandes revistas del exilio-, también Ultramar, y refundó Litoral, con Moreno Villa, Prados, Altolaguirre y Giner de los Ríos.