El último libro de José Luis García Martín es Las aventuras de Martín (Editorial Impronta, 2019), un volumen en el que nos habla de las aventuras de Martín, que no es lo que parece. Para su lectura hay que superar una prueba de ingreso, pues es un libro en vertical y si no lo haces te engañará con su horizontalidad divertida. García Martín practica múltiples géneros: poesía, autobiografía, viajes, crítica literaria, diarios, antologías, narrativa, aforismos y, por supuesto, también es traductor.

-¿‘Las aventuras de Martín’ es un libro para niños o para adultos?

-Es un libro para adultos que no han dejado de ser niños. También, por supuesto, para niños, aunque para niños algo mayores que el protagonista, que tiene dos años cuando comienza a contar sus aventuras y tres cuando termina el libro. Y se nota su crecimiento de un relato a otro.

-Uno de los temas del libro es la ineficacia del conocimiento para ser feliz, por lo que hay que volver a la magia del niño que todos llevamos dentro. Toda ello contado con un humor subterráneo que aflora muchas veces sin más.

-Completamente de acuerdo. Yo creo que el lema del volumen podría ser una frase de Baudelaire: «El genio es la infancia recuperada a voluntad».

-¿La filosofía del libro es «solo serás feliz si te haces como un niño»?

-Las aventuras de Martín no tiene filosofía ni tampoco moraleja. Son historias, a veces un tanto disparatadas, que un niño le cuenta a un adulto, el autor, o sea yo, que se aburre demasiado. Con un niño pequeño es imposible aburrirse: nos enseña más en un minuto que un catedrático de metafísica en todo un curso.

-A mi parecer el narrador resulta poco verosímil.

-Tiene una verosimilitud literaria, que es la que importa. El protagonista todavía no sabe leer, pero cuando sepa seguro que está de acuerdo con cómo el narrador ha interpretado todo lo que imaginaba sin saber expresarlo claramente.

-¿Y no cree algo inverosímil que aparezca un arzobispo que lee a Carlos Marzal?

-Ese es uno de los muchos toques realistas que hay en el libro. El arzobispo de Oviedo ha declarado en alguna entrevista que Carlos Marzal es uno de sus poetas favoritos.

-A veces, la realidad, la ironía y el humor se encuadran en lo extraordinario y viceversa, y es que este libro no es lo que parece, es una pequeña obra con muchas capas, lo que yo diría un libro vertical.

-¿Un libro vertical? No entiendo. Si quieres decir que hay diversos niveles de lecturas, completamente de acuerdo. Ten en cuenta que en él aparecen gatos que quieren fundar repúblicas bolivarianas, tiranosaurios rex, tortugas voladoras, un Sherlock Holmes al que se le pide ayuda pasa salir del embrollo del brexit, Spider-Man, el filósofo Platón acusado de robar el manuscrito de la Odisea, una iguana cinéfila y el monstruo del lago Ness. El pequeño Martín se nos muestra como el mejor experto en el arte de combatir el aburrimiento.

-Se invierte la realidad: «No cuentes mentiras a tu padrino, que como ya es viejo se lo cree todo», le dice la madre al niño. Echas por tierra la sabiduría de los mayores.

-Bueno, ya se sabe que el niño es el padre del hombre y también su mejor maestro.

-Una obrita de continente pequeño pero compleja y grande en sus guiños y mezclas del adulto José Luis García Martín, a quien sus amigos llaman Martín, con su ahijado el pequeño Martín. ¿No tiene el libro algo de autorretrato?

-Muy mejorado en ese caso. Yo no soy un superhéroe, yo no he salvado el mundo como el protagonista, y varias veces, aunque no le guste presumir de ello. Dice -yo creo que irónicamente- que su modestia la ha aprendido de mí.

-Se filtran en las historias de autoficción problemas de actualidad, como el cambio climático, la ineficacia de los políticos, el ‘brexit’, el Ministerio de Cultura, la monarquía inglesa o la idea que muchos tienen de nuestra reina, entre otras cuestiones.

-Sí, para entretener a un adulto no valen solo las fantasías, hay que tener en cuenta la actualidad. Y el pequeño Martín la tiene muy en cuenta. Yo incluso sospecho que cuando habla de la relación de Platón con el tirano de Siracusa está hablando de otros políticos más cercanos.

-Para hacer más verosímil el estar en dos sitios a la vez el pequeño Martín acude a la física cuántica y da cuatro pinceladas de la misma. La verdad que es un libro para leer dos veces por las capas que tiene.

-Pues yo encantado de que se lea dos veces, aunque me temo que muchas personas no podrán leerlo ni una vez. No es un libro para todos los públicos. En el prólogo se incluye una prueba de inteligencia y al que no la supere se le aconseja no seguir leyendo porque no se enterará de nada o le parecerá todo un disparate. Yo creo que es el primer libro del mundo con examen de ingreso.

-Pues seguro. Y, por supuesto, está muy presente el mundo de la literatura, sobre todo la grecorromana, la ‘Odisea’, Platón, Calímaco...

-Pero la erudición del pequeño Martín, aunque como superhéroe cuántico, hace que pueda viajar en el tiempo y posea inteligencia suma, no es todo lo perfecta que cabría esperar. Luis Alberto de Cuenca, uno de los primeros lectores del volumen, ha señalado que confunde a Apolonio de Rodas con Apolodoro.

-Me gustaría saber, José Luis, ¿cuál es el objetivo de este libro?

-Pues el mismo de cualquier obra literaria. Hacer un poco más felices, y también algo más lúcidos, a sus lectores. Otra cosa es que lo consiga. Ojalá haya logrado preservar en sus páginas algo de la magia y la sabiduría del pequeño Martín entre sus dos y sus tres años cuando iba descubriendo y descubriéndonos a cada minuto la «perpetua novedad del mundo», como dijo Fernando Pessoa.

-En fin, un libro singular y muy atractivo, donde aflora la física, la política, la cultura, los poetas, el mundo al revés... etc., a través de la «autoficción».

-Si tú lo dices… Yo nada tengo que añadir.

-Por cierto, creo que en el libro solo hay un Martín: tú. El otro, el niño que se convierte en superhéroe, no es más que un pretexto.

-Yo más bien creo que ocurre al revés. El pretexto soy yo.

-¿Podrías decirme por qué o para qué escribes?

-Escribo para muchas cosas, no se escribe para lo mismo la poesía, el diario, la crítica. Escribo para emocionar, para dejar constancia de la vida que pasa y también -no voy a negarlo- para irritar, para tocarles las narices, a presuntos poetas y a intelectuales alérgicos al pensamiento racional. Si yo no fuera tan modesto como el pequeño Martín afirma que soy, diría que escribo porque sí y porque sé.