José María Souvirón nació en Campillos (Málaga) en 1904 y falleció en Málaga, a los 69 años, en 1973. Estudió en los jesuitas de Miraflores de El Palo, a los que recordaba con tristeza en sus diarios, y participó activamente en la revista Ambos junto a Emilio Prados, Manuel Altolaguirre y José María Hinojosa, trabajó con Neruda y también llegó a ser catedrático de Literatura en la Universidad Católica de Chile. Subdirector de Cuadernos Hispanoamericanos desde 1958, que dirigía por entonces Luis Rosales. Premio Nacional de Ensayo en 1967, autor de novelas como Cristo en Torremolinos , y en poesía Gárgola (1923), Del nuevo amor (1943) o Poesía entera (1923-1973). A pesar de estar situado en el meollo de la poesía española tanto en la etapa del 27 como posteriormente a partir de los 50, tuvo siempre la percepción de sentirse relegado. Y él lo achacaba, como dice en sus Diarios, a su «incapacidad de coba... visiteo... lameculo». Es verdad que la trascendencia de algunos miembros de la Generación del 27, su posterior exilio... dejó casi en el anonimato a autores como Souvirón, que ha sido redescubierto posteriormente con bastante interés. Dos que lo han hecho han sido Javier La Beira y Daniel Ramos López, que desde el Centro Generación del 27 han sido los editores de esta magnífica obra en dos volúmenes que nos da muchas claves de la poesía española contemporánea, con comentarios jugosos en esta síntesis de diario íntimo y dietario que es este Diario I y II .

Inicialmente, él comenzó a escribirlo con un propósito personal, pero deseaba que lo leyeran también otras personas. Sus quejas sobre el trato que recibió como escritor están muy presentes y también su querencia por la introspección, que nos permiten adentrarnos en sus sentimientos más profundos. Por ejemplo, cuando, de un modo que hoy levantaría muchas ampollas, dice que le gustan, pero «a mí las mujeres me están pareciendo una posible lata desde hace algún tiempo...». El paso del tiempo, la soledad, la angustia... están muy presentes en este recorrido por su vida y la poesía contemporánea y sus protagonistas que conviven con asuntos personales como la visita a Jacqueline, su hija, en España, el carrusel de personas, impresiones, episodios, opiniones y encuentros con políticos, artistas, escritores…, así como sus opiniones sobre su ciudad, que es vista también con ojos encomiásticos pero con distancia de sus gentes: «Málaga para mí es una ciudad adorable (...) pero cuya gente me interesa poco». Habla de «izquierdas embusteras» y de «derechas putrefactas». Podría haber medrado dentro de la dictadura, dirá en su momento Garrido Moraga, pero no lo hizo.

Son diarios escritos desde la intensidad, la declaración súbita, con ráfagas poéticas, con gotas de ironía o sarcasmo, pero sin humor. Un poeta reflexivo sobre sus obras, pero desubicado generacionalmente.

Estos diarios están estructurados en diversos cuadernos. Hasta ahora se han publicado seis de los doce que escribió. En el primer volumen reúne los tres primeros, desde el 25 de septiembre de 1955 hasta el 11 de julio de 1958. En ellos existen comentarios curiosos o sugestivos como que «cada día me cargan más los poetas (...) menesterosos de la fama, soberbios de sus dotes -cuando debían ser humildes de ellas-, presumidos, rijosos; invertidos o no, y cuando no, desaforados sexuales, o capones; hablan de su poesía, se sienten dueños del destino, se intercambian elogios, se tiran a matar, creen poco en Dios, sirven a quienes les pagan, subvierten los valores literarios... (pág. 345)».

En el segundo volumen reúne los tres siguientes desde el 13 de julio de 1958 hasta el 26 de septiembre de 1960. Sus comentarios sobre los poetas de entonces son constantes. De Dámaso Alonso decía que era el «más humano de todos»; de Guillén, «de una pureza sin sangre»; de Aleixandre, «una poesía que carece de Dios»… y su cercanía a Vivanco, Panero, Rosales por su «concomitancia ética».

Situaciones familiares o cómo dejar de fumar, incluso su intención, en torno a marzo del 59, de volver a Chile y dejar España, ocupan también su espacio vital tanto como su admiración por Panero. Incluso opiniones tan definitivas como: «¡Qué imbécil, vacía y deleznable me parece la juventud, y cómo crece en mí esta impresión!».

En definitiva, unos diarios ígneos, directos, sinceros... que expresan una visión personal del mundo y sus protagonistas, los poetas, de gran interés.